EXPERTO. Albert Figueras tiene la clave para lograr ser un poco más felices. / LA VOZ
ALBERT FIGUERAS MÉDICO, FARMACÓLOGO Y ESCRITOR

«Ojalá nunca fabriquen píldoras de la felicidad»

El autor publica 'Pequeñas grandes cosas. Tus placebos personales', una guía para aprender a reconocer los momentos de felicidad y luchar contra la rutina

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Albert Figueras, que como médico se dedica a la promoción del uso racional de los medicamentos, se ha propuesto que aprendamos a reconocer racionalmente esos pequeños momentos de felicidad que la rutina hace que se nos acaben escurriendo de las manos. Después de su éxito Optimizar la vida (Alienta) ahora nos trae Pequeñas grandes cosas. Tus placebos personales (Plataforma editorial) en el que nos enseña a utilizar las cosas buenas que nos pasan, desde oler una fragancia a reír, que además de reconfortarnos el alma son capaces de repararnos el cuerpo.

-¿Es feliz? Porque si es no, para qué seguir hablando.

-Claro que sí, pero tengo mis altibajos como todo el mundo, porque la felicidad no es algo continuo, por suerte, ya que si fuera así dejaríamos de percibirla al no estar nuestro cerebro preparado para estar estimulado constantemente. Además, nos aburriríamos enormemente porque siempre tendríamos el mismo tono. Percibimos que estamos bien por contraste con otros momentos en que no lo estamos tanto. Cuando tú asumes esto, como es mi caso, asumes que eres feliz porque la suma de los pequeños momentos de bienestar es más que la suma de los momentos negativos.

-¿Qué diferencia a Pequeñas grandes cosas de El primer trago de cerveza y otros pequeños placeres de la vida o los manuales de autoayuda?

-El de Philippe Delerm es un conjunto de pequeños relatos a través de los que el autor explica y describe cómo un jersey o el ruido de la dinamo de la bici le producen momentos de placer, pero Pequeñas grandes cosas busca el sustrato neurológico o fisiológico de lo que le hizo sentirse bien. Y se diferencia de los libros de autoayuda en que no lo es, porque explica que esas sensaciones placenteras están provocadas por una sustancia que segrega nuestro cerebro en algunas circunstancias, la oxitocina, y a partir de aquí muestro cómo es el gran bazar del placer donde cada uno puede encontrar lo que le va bien a él. En la autoayuda se dan recetas y yo no creo en esas prescripciones porque no hay una receta universal para la felicidad.

-¿Hacia dónde y cómo hay que encaminarse para llegar al bazar del placer?

-Teniendo claro que no existe ese estado de felicidad total como si fuera una licenciatura a partir de la cual, carta blanca, sino que es algo que hay que perseguir, procurar, conscientes de que te durará un tiempo, y que en la mayoría de los casos funciona sobre todo cuando estás y haces cosas con otras personas como conversar, reír, hacer el amor..., aunque haya algunas situaciones solitarias como escuchar música u oler un aroma que también son placenteros. Con estos principios hay que ir a buscar lo que nos hace sentir bien, a pequeñas dosis, sin más pretensiones.

-Guíenos por este bazar.

-No, no, y ésta es otra de las gracias de la vida: llegas a ella y durante la misma vas experimentando cosas, y habrá unas que te gusten, otras que no lo hagan tanto, e incluso algunas que quieres repetir, pero teniendo presente que aquí sucede como con los productos artesanales, que nunca hay dos iguales; luego es muy difícil, y es un error común, querer repetir situaciones esperando lograr lo mismo. Uno de los errores a superar en la vida, y quizá una de las premisas para acceder a este bazar, es que hay que ser consciente de que vida es cambio constante.

-El placebo es un ardid. ¿Para ser feliz hay que vivir engañado?

-No, no. Estoy totalmente de acuerdo en la acepción de engaño unida al término placebo porque cuando lo usamos estamos acostumbrados a que se trate de agua cuando nos han dicho que era medicina; pero yo trato de explicar la cuestión de los placebos por otro lado. Curan sin ser medicamento, porque la persona que ha tratado al enfermo lo ha hecho de una manera cercana y cálida, y el paciente tiene a su lado a alguien que va tirando de él en momentos malos y eso le ha ayudado. O sea, placebo es lo intangible que hace que realmente nos sintamos mejor. Pongo un caso extremo: si hay un paciente con cáncer, naturalmente la cirugía y la quimioterapia hacen mucho, pero seguro que si a su lado hay una persona con una visión muy positiva de la vida y con mucho empuje, alegre, que le apoye, este enfermo sale mejor parado que el que no cuenta con eso. Numerosos estudios científicos lo avalan.

La oxitocina

-¿Qué es lo más sorprendente que ha encontrado en el bazar de los placebos?

-Cuando estaba escribiendo el libro y buscaba bibliografía e investigaciones que apoyaran las cosas que decía, iba descubriendo que lo que me gustaba y me hacía sentir bien tenía un sustrato fisiológico. Había algo que lo apoyaba, una molécula que estaba por detrás, la oxitocina. Por ejemplo, sobre la música, que me gusta y la escucho mucho de manera más o menos instintiva, encontré investigaciones que demuestran que si uno oye la música que le gusta antes de hacerse una intervención dolorosa pero que no requiere anestesia general, necesita menos analgésicos. Y sobre el mismo olor, que si es muy agradable aumenta la segregación de esta sustancia, hay experimentos, no sé hasta qué punto éticos, de cómo en un consejo de administración que tiene que alcanzar un acuerdo determinado lo cierra antes si por el aire acondicionado expanden un aroma agradable que hace segregar la oxitocina que facilita las relaciones humanas.

-Tanto tiempo diciendo felicidad cuando deberíamos decir oxitocina. ¿Es la única clave?

-Una de ellas. Piense que el cerebro es un enorme laboratorio, pero sin duda la oxitocina tiene mucho peso. Es la joya del bazar del placer.

-Como farmacólogo, ¿no ha pensado en fabricar píldoras de oxitocina?

-Espero que nunca lo hagan. A las únicas a las que dan oxitocina es a las mujeres durante el parto...

-Y es absolutamente desagradable...

-Perdón, pero ojalá siga así de desagradable, porque ¿imagina lo que sería un mundo con sprays de oxitocina? Habría adictos y situaciones poco éticas porque te modificarían la actitud sólo poniéndote unos polvitos. La oxitocina la fabrica nuestro cerebro y lo bueno es segregarla de una manera espontánea. Cuando te abrazas con un amigo se produce un nivel de oxitocina brutal y esto sí que es bueno, porque esta no te duele, para entendernos.

-¿El optimista nace o se entrena?

-No lo sé. Hay cosas que se pueden aprender, como no correr tanto, fijarse más, reducir el estrés dejando a un lado la multifunción que ahora está tan de moda... Otra cosa muy diferente son las escuelas que promueven que siempre te tengas que ir riendo por la vida y con las que yo no estoy de acuerdo, porque hay cosas que son para reír, pero hay otras que te ponen triste, y la tristeza es normal, como el enfado, la cuestión es cómo gestionarlo.