La gran 'Traca' final
Parece que con la llegada del final de año (aunque suene a contradicción) los más pequeños y lo no tan niños disfrutan de lo lindo soltando, a diestro y siniestro, esas pequeñas bengalas que más que hacer que pases un buen rato lo único que consiguen es dejarte medio sorda y para aquellos como yo que tengan el corazón pequeño hacerle dar unos cuantos saltos del susto del estropicio.
Actualizado: GuardarNo les importa que, en el momento de lanzar los malditos petardo, esté pasando alguien, se lo lancen a un vehículo en marcha o como es el caso de la pobre chiquilla de Jerez se lo encuentre al doblar una esquina mientras se fumaba un cigarrillo. Y ahora, ¿a quién culpamos? A esos padres que consienten que sus vástagos acudan en tropel a las tiendas en la búsqueda de la bomba, del farolillo o váyase usted a saber. A las dependientas de las tiendas que consienten que los pequeños los adquieran o las personas de a pie que se encuentran con esos salvajes. Pues bien, no sabría decir, pero lo que sí es posible es que la próxima vez que pase por Antojos y se me acerque un niño para pedirme que entre a comprarle no se qué petardo me lo pensaré dos veces, aunque los ojos vidriosos te rompan el alma.
Así que dejo en la elección del lector opinar de quién es la culpa, aunque conociendo al ser humano, seguro que encontraremos la manera de echar la pelota al otro tejado. Pero lo que sí es cierto es que la juventud de hoy en día tiene una manera un tanto peculiar de recibir el Nuevo Año y si no que se lo digan a esos que amanecen con las puertas y paredes graffiteadas, las empresas de limpieza que tienen que recoger y sustituir el mobiliario quemado y los restos del botellón y a esa madre que le sujeta la cabeza al infante que vivió por primera su cotillón con garrafón. Por todo ello, ¿Feliz Año?