Opinion

Ganar y gobernar

Las versiones sobre la acción del Gobierno que hacen los dos grandes partidos en estos momentos de cierre de legislatura son radicalmente contradictorias. Para los socialistas, el triunfo en las elecciones les permitiría rematar el modelo territorial, mantener los mismos criterios económicos y sociales, llevar a la práctica la intervención estatal en la educación y resolver la aplicación de la ley del aborto en términos de legalidad. Para el PP, muchos de los fallos del Gobierno han tenido que ver con prácticas antidemocráticas, anticonstitucionales en ocasiones. Así, las negociaciones con ETA en orden a la política antiterrorista o la aprobación del estatuto catalán. No habría que hablar en plural de asignaturas pendientes, sino de suspenso en la acción misma de gobernar.

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Para el Gobierno, el cierre del modelo territorial exige la resolución de un nuevo estatuto, sustitutorio del de Guernica. Para los nacionalistas, ese estatuto pasa por un referéndum o consulta popular. Todo hace pensar que habrá un acuerdo ya que, de hecho, Zapatero ha declarado en varias ocasiones que el destino del País Vasco depende únicamente de la voluntad de los vascos y es, en ese punto, donde una vez más volverá a quebrarse el respeto a la Constitución.

La gobernación anticonstitucional ha sido posible y seguirá siéndolo gracias al pacto de hierro de las socialistas y los nacionalistas. Las luchas por la composición del Tribunal Constitucional tienen aquí su origen. En estas circunstancias, una victoria del PP que no esté asentada sobre una mayoría absoluta no podría siquiera revisar el proceso que llevó hasta la aprobación del estatuto catalán. Por supuesto, el cambio de la ley electoral sería un puro sueño. Estamos pagando años de errores, de desidia, de excesos de confianza. Por supuesto cabe pensar que una nueva victoria del PSOE llevará a la celebración de nuevas negociaciones con ETA.

No termina la voluntad anticonstitucional del Gobierno en la cuestión territorial. El modelo laicista que supone la implantación de la asignatura de la Educación para al Ciudadanía choca con el aconfesional y, desde luego, con el papel de la familia en la educación.