Selecciones autonómicas
Actualizado: Guardaro que leerán en este artículo es una opinión tan particular como de dominio público en la calle. Unos pensarán que estoy como una chota y otros volverán a darme la razón. El fútbol siempre nos ha gustado en cantidades industriales. Nos gusta atracarnos de todo lo que sea verde con tíos encima de un tapete pegándole patadas a una bola. Hay gente como mi amigo Bernardo Brisón que incluso ve 6 partidos en un día los fines de semana. Eso sí, con puntos en juego, ilusión y emoción, aunque el rey de los deportes sólo se haga presente en pelotazos de un lado a otro. Pero lo de las selecciones autonómicas es una auténtica mamarrachada. En navidades, los futbolistas lo que quieren es estar con la familia o viendo a los amigos de toda la vida. Eso de irse este año (como ha sido el caso de Jerez en esta edición) para jugar un partido, como que no tiene que molar mucho. Son partidos donde la asistencia de público es mínima. Encuentros de escaso interés periodístico (sólo para rellenar programación en días de sequía informativa), sin emoción, sin puntos en juego, sin rival porque las selecciones que contratan parecen que las buscan en el 3x2 del Lidl. Una autentica mamarrachada. Estos partidos pienso que sólo interesan a las cuatro autonomías que siguen soñando con quimeras de separación del territorio español. Allí que juegue su selección autonómica es motivo de orgasmo colectivo y de puñetazos en el pecho como si el que se los da está apunto de conseguir algo histórico. Teskí ya ome. Para eso sí que sirve una selección autonómica, para que cuatro desocupados tomen aire y restablezcan sus valores estatales. Estos partidos que siguen dividiendo a la sociedad española de manera tangible, se producen gracias a Dios una vez al año. Un mal trago para jugadores y aficionados. Una estupidez con mayúsculas que no tiene sitio en un calendario de por sí bastante colapsado. A la selección iré a verla, seguramente a Innsbruck el día 14 de Junio contra Suecia. Feliz Año. AOS.