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Recibos y más recibos

Durante estos días finales del año, que por cierto coinciden con los primeros del que viene, se practica eso que llaman «la elegancia social del regalo». Es curioso que nos obsequien con algo personas que no nos quieren nada, pero no lo es menos que nosotros nos veamos obligados a obsequiar a otros que nos traen sin cuidado. ¿Qué pasaría si todo el año fuera Navidad? Nos desearíamos felicidades mutuas, cosa bastante llevadera, pero nos veríamos en la necesidad de estar desenvolviendo paquetes, cosa bastante engorrosa. En tiempos de mi santo patrono Mariano José de Larra, todo el año era carnaval. Un ciclo menos hipócrita.

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Nadie debe fiarse ni un pelo de esta eventual alegría obligatoria. Si alguien llegado en un cayuco -un hombre algo mayor, una joven madre y un niño recién nacido- buscara posada, se le ofrecería una hospitalidad parecida a la que conmemora la Navidad cristiana, o sea que tendrían que meterse en una cueva, en el supuesto de que quedaran cuevas libres, donde no hubiese que pagar traspaso.

El Tiempo, con mayúscula, quizá sea plano, pero como nosotros somos criaturas temporales lo hemos parcelado y diremos eso de año nuevo, vida nueva, dentro de unos días. Quizá no haya otra forma de aguantar esto si no nos hiciéramos ilusiones. Hay que hacérselas, ya que nadie nos las da hechas. El presidente Zapatero, en su salutación del optimista, presume de crecimiento. También Musharraf mantiene las elecciones en Pakistán tras el asesinato de Benazir Bhutto. Lo malo van a ser los recibos del año que viene. El agua, la luz, el gas y el transporte van a subir por encima de la inflación. La verdad es que eso no es de recibo. Los pesimistas, cuando ven una luz al final del túnel, piensan que es otro tren que viene en dirección contraria, pero hay otra variedad de pesimistas: los que sólo ven el túnel.