La negación de la evidencia
En unas declaraciones efectuadas recientemente a una importante cadena de radio, la Delegada del Gobierno en la Comunidad de Madrid, Soledad Mestre, negaba que se haya producido un incremento de la delincuencia en la capital de España. El periodista que la entrevista le recuerda el número de robos y atracos registrados en los últimos meses del año, algunos de ellos tan espectaculares como el que tuvo lugar, a plena luz del día, en una joyería ubicada en corazón de Madrid o en una tienda de Ikea, abarrotada de público, en el barrio de Vallecas, que termina a tiros aunque afortunadamente sin víctimas. En la entrevista también se comentó el asalto a la vivienda del popular ventrílocuo y conocido productor José Luís Moreno que acabó con una brutal agresión.
Actualizado:Pero lo que llama la atención de le entrevistada es su actitud frente a la reiteración de unos acontecimientos que cada vez preocupan más a los ciudadanos. En palabras de la señora Mestre, por ejemplo, lo de Ikea fue más espectacular que otra cosa porque el botín era escaso y no hubo peligro para las personas a pesar de los tiros. El atraco a una tienda de lujo casi lo salda con la apertura de un expediente por no observar la empresa atracada las normas de seguridad. Correcto, pero con seguridad o sin ella, el atraco se produjo. Como ocurre siempre en estos casos y con objeto minimizar su repercusión ante la opinión pública, la Delegada se refugia en las estadísticas y nos invita a comparar el nivel de delincuencia de Madrid con el de otras capitales europeas. Pero los delitos de una gravedad hasta ahora prácticamente desconocida en España, siguen ahí.
Se puede entender que las manifestaciones de la Delegada del Gobierno estén teñidas de una cierta prudencia para evitar la alarma social que según ella es alentada por los medios de comunicación.Tal vez le preocupe el nacimiento en nuestro país de una incipiente xenofobia puesto que determinados tipos de delitos de extrema violencia se cometen por extranjeros, muchos procedentes de los países del este europeo. Todo eso se comprende, pero lo que cuesta trabajo admitir es que trate de soslayar la evidencia de los hechos.
Asumir la realidad es una obligación fundamental de los responsables públicos. A veces incluso es rentable desde una perspectiva política. Esquivar esa realidad no sólo es inmoral sino que además tiene un coste político para quienes pretenden ignorarla. Sino que se lo pregunten al Partido Popular que perdió las elecciones generales del 2004, entre otras razones, por su contumacia en la negación de lo evidente a raíz del atentado del 11 M. En este sentido, su obstinación mantenida a lo largo de la última legislatura todavía le puede para factura en las próximas elecciones.
Tal vez sería conveniente recordarles a algunos políticos que la discreción y la prudencia no son incompatibles con el reconocimiento de las realidades adversas.