El malo

a venta de Lobos a un equipo mejicano con menos pedigrí que el chucho de mi vecina nos devuelve a ese Antonio Muñoz en estado puro que con su estudiada mezcla de prepotencia y cadismo ha minado la moral de la afición y un prestigio que se había ganado a pulso durante la última década. No se entiende que si el argentino no quería irse y el presidente tampoco estaba por la labor, el pseudocrack hiciera las maletas. Bueno, corrijo, sí se entiende, si tuvieramos acceso a las cuentas bancarias de algunos de los protagonistas de la operación, pero eso es como querer demostrar que la CIA tuvo algo que ver en el asesinato de JFK. Su gran error del año que finaliza fue venderle el club a la horma de su zapato, pues cuando Balsadano metió el bisturí y vio que la mierda iba a salpicarle, abrió las puertas del circo y el nombre del Cádiz CF quedó por los suelos. Menos mal que su aparente triunfal regreso ha venido acompañado por una decisión de rebote, pero que a la larga se ha mostrado como la más eficaz, ascender de rango a Antonio Calderón; operación que en tiempos de Alberto Benito se hubiera saldado con situar en el banquillo a alguien (Oli) que acababa de colgar las botas para darse el batacazo con todo el equipo. A pesar de tantas maniobras orquestales en la oscuridad, Muñoz está todavía a tiempo de aferrarse a lo deportivo y buscar en el mercado de invierno un par de piezas que vengan a apuntalar un vestuario en plena progresión. Maravillas del fútbol propiciadas por una Segunda División bajo mínimos en la que los clubes históricos protagonizan tanto el pelotón delantero como el vagón de cola y en la que sumar seis puntos en dos partidos te coloca en las apuestas por el ascenso. Así que cruzemos los dedos para que el malo le dé al bueno argumentos para que 2008 comience con una sobredosis de ilusión lo que -en estos tiempos tan revueltos- no es moco de pavo.