Un año de Barajas
El atentado cometido por ETA en Barajas hace hoy un año acabó con la vida de los jóvenes ecuatorianos Carlos Alonso Palate y Diego Armando Estacio, y sepultó definitivamente las inciertas perspectivas que, sobre un pronto final del terrorismo, se habían suscitado, nueve meses antes, con la declaración de «un alto el fuego permanente» por parte de la banda etarra. El anuncio formal de la ruptura de la tregua el pasado mes de junio no vino más que a confirmar la enésima frustración de una expectativa de paz utilizada como añagaza por el totalitarismo. Tan fatal desenlace vino a demostrar que la gestión en exceso voluntarista y unilateral realizada por el presidente Rodríguez Zapatero del mal llamado «proceso de paz» no se basaba en una evaluación rigurosa del momento por el que atravesaba ETA ni en una comprobación exigente de su voluntad real de abandonar las armas. Pero también desmintió, al mismo tiempo, la acusación de que el Gobierno y los socialistas hubieran claudicado ante todo cuanto el fundamentalismo etarra consideraba condición indispensable para retirarse de escena. El doble asesinato de la T4 puso así en evidencia tanto la precipitada estrategia seguida por el Ejecutivo como las exageradas invectivas de la oposición popular contra el mismo. Sin embargo, y pese a tantas lecciones recibidas, la resistencia del Gobierno a una expresa revisión de esa estrategia, por un lado, y la insistencia del PP en explotar al máximo las diferencias en materia anti-terrorista, por el otro, unidas ambas a la negativa del nacionalismo gobernante en Euskadi a someter a moratoria sus aspiraciones finales y a diferenciarlas netamente del objetivo de la paz, han impedido que en 2007 la unidad contra ETA haya podido primar sobre cualquier otra consideración o interés. Lo ocurrido a lo largo de este año obliga al Gobierno, secundado en este punto por el conjunto del arco parlamentario, a descartar pública y claramente la posibilidad de cualquier acercamiento dialogante hacia la banda terrorista antes y después de las elecciones previstas para el próximo 9 de marzo. No podría ser otro el mensaje gubernamental en el aniversario del atentado de Barajas.
Actualizado: GuardarLa proximidad de la convocatoria electoral, que culminará una legislatura crispada especialmente por las desavenencias en materia anti-terrorista, no invita a la formulación explícita de un nuevo pacto de unidad contra el desafío etarra. Pero tanto los partidos democráticos como los responsables institucionales están obligados a dejar de lado sus intereses particulares, sus matices diferenciadores y sus reticencias mutuas para aunar esfuerzos en la batalla definitiva contra el terrorismo etarra. Es el mínimo común que la mayoría de la sociedad demanda de la política y la garantía de partida para que la democracia acabe con ETA en la próxima legislatura.