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San Agustín pierde fuelle con las reformas
Los vecinos y comerciantes denuncian que la pilona de Fate ha hecho mella en la activ idad que tenía la calle
Actualizado: GuardarFue nombrada en memoria del Santo de Tagaste -en la actual Argelia- cuando los frailes agustinos asentaron su convento en la zona, allá por los primeros años del siglo XVIII. Antes, cuenta la historia de la ciudad, había un hospital en el mismo lugar, el de Santa María del Pilar, y por esta razón, antes de San Agustín, el lugar era conocido por el nombre de dicho centro sanitario. También fue denominada como de Alquiladores por haberse establecido en ella varios comerciantes dedicados al alquiler de bestias.
Al fondo están todavía los muros del antiguo convento y bloque de viviendas donde vivían muchos funcionarios de Hacienda. A la derecha, según se mira el frontal de la calle, lo que quedó de San Agustín. Allí fue erigido primero un cuartel de Infantería, a primeros de siglo XX. Después, aún se recuerda, el viejo cuartel de la Benemérita, donde todavía quedan las puertas verdes y antiguas coronadas por el Todo por la patria.
Ángel Sajeras no conoció esa época en la que los agentes del Instituto Armado, montaban, día y noche, guardias en la puertas del cuartel. Sajeras llegó a San Agustín un poco de rebote. «Había estudiado biológicas en Bilbao, y después farmacia en Salamanca. O sea, que por aquí llegué en el año 93. Tuve la suerte de hacerme con esta farmacia y aquí estoy desde entonces», comenta. Sajeras conoce la calle porque desde la atalaya de su farmacia casi puede verla por completo. «Era una gran calle, con mucha actividad y paso. Ahora yo creo que el sistema de peatonización salvaje que se ha llevado a cabo la ha dejado un poco estrangulada», afirma.
Todos contra el tráfico, parecen gritar desde San Agustín. Es una constante en todos sus negocios. También Antonio Ariza que llegó desde Trebujena hace ya veintitrés años y que ubicó su zapatería en el número 18, también se queja. «Lo que no se ve no existe. Pues aparte de que mi negocio es ya como una rareza, puesto que la mayoría de las personas prefieren comprar calzado nuevo antes de traerlo a un zapatero, la verdad es ya aquí no nos ve nadie. Tienes que ir al aparcamiento subterráneo si pasas», comenta. Los viejos zapatos que jamás fueron a recogerse están todavía en los estantes. Un clásico de los zapateros esa decoración del olvido, y ese olor a pegamento y a cuero que tanto caracteriza este tipo de negocios.
El rincón
Sin duda la actividad no cesa en casa de Manolo Monge. Qué arte para servirte una cerveza. Aprendió el oficio de su padre, también Manuel, que lo tuvo en su día en la calle Diego Fernández Herrera. La famosa Langosta Dorada. Pero la familia llegó con aires triunfales a San Agustín. Manolo es el bar que más desayunos sirve por la mañana en la zona. Los Monge controlan la zona. «Llegamos en el 99 a la calle. Y que quieres que te diga, nos ha ido fenomenal. No nos podemos quejar», comenta Manolo. Poco más me puede decir porque ya ha llegado otro cliente y hay que atenderlo, siempre con una sonrisa, siempre con el chiste si la ocasión y el cliente lo admiten. Siempre con ese arte que tiene el rincón de Manolo.
Sin duda, agradable la cara de los muchos premiados que este año han comprado lotería de Navidad en la administración del número trece. Trece, sí; tal como suena. «Y tenemos un número comprado desde hace muchos años que suma trece todas las cifras. No te puedo decir el número que es porque lo tenemos vendido todo para El Niño y no me gustaría que vinieran a pedírmelo alguien si lo lee en el periódico», comenta Jesús Sampalo tras las cristaleras de la administración. No es poco haber repartido más de cien millones en pedreas. Cuatro series completas en unos cuatro números que fueron cantados por los niños de San Ildefonso y mucho dinero a repartir. «No es un pelotazo gordo, pero hemos dado también mucho dinerito», comenta Jesús que está preparando y vendiendo los boletos de El Niño.
Semillas
Otro clásico de la calle San Agustín está ya en la entrada al Arenal. Se trata de la Semillería Macías. Nada menos que tres generaciones vendiendo alpiste. Para los pájaros, claro. Los que tienen plumas y vuelan. El caso es Juan Manuel Gómez no está muy conforme con la nueva cara de San Agustín. «Nos han ahogado. A mí me han puesto la entrada del subterráneo en una zona en donde los que están en la plaza Arenal no me ven. Estoy como arrinconado, y estoy en pleno centro de la ciudad. Para colmo la famosa pilona de la calle Fate », se queja. Antiguamente, las semillas se vendían por sacos, eran otro tiempos y otros ámbitos. Aunque a Macías tampoco le va mal, lo cierto es que ahora las jaulas pueblan la tienda de Juan Manuel. Para canarios, loros, periquitos o jilgueros. Y la comida está tan bien repartida que al que pasa le entran ganas de hacerse aficionado a los canarios y a sus trinos que, sin embargo, se echan de menos dentro de la tienda.
La radio
En el número 11 está la radio. En una casa que antes fue de los marqueses de Villareal. Todavía está el escudo nobiliario en unas puertas con cristaleras. Se trata de la emisora de la COPE que se vino de la famosa Cruz Vieja donde estuvo durante años. Los estudios están iluminados. Montero anda haciendo de las suyas, siempre entre cables y botones, dando paso al locutor de turno. Quizá un informativo sale al espacio de las ondas, quizá Morales habla de fútbol. Suena la sintonía y los micrófonos se abren, todos está atentos a la voz de la radio y a la luz roja. Mientras, la calle sigue con su vida sin percatarse de lo que ocurre en la radio.
San Agustín seguirá siendo una de las zonas céntricas de la ciudad, por mucho o poco tráfico que pase. Estrangulada o no, tiene también un trozo de historia de la ciudad. Su situación estratégica siempre la harán una de las más conocidas por todos los jerezanos.
Cae la tarde y la noche oscurece la calle. Los comerciantes ya se han ido, y la calle dormita como siempre: mirando al Arenal.