El vals del emperador
El francés Georges Prêtre dirigirá el martes en Viena el Concierto de Año Nuevo, un espectáculo que siguen más de 100 millones de personas en todo el mundo
Actualizado: GuardarCasi dos siglos después de que Napoleón entrara en Viena y se instalara en el palacio Schönbrunn al mando de su poderoso ejército, otro francés se convertirá por un par de horas en la persona más importante de la capital del viejo Imperio Austro-Húngaro. Georges Prêtre, de 83 años, se pondrá el martes al frente de su ejército de un centenar de músicos para dirigir el Concierto de Año Nuevo, el mayor espectáculo cultural del mundo. Prêtre será el responsable de una fiesta brillante y glamourosa que sólo podrán presenciar en vivo 2.044 espectadores pero que seguirán a través de la radio y la televisión más de 100 millones de personas en todo el mundo. Esa mañana de resaca y pereza está teñida del color dorado de la bellísima sala principal del Musikverein y animada por la música rítmica, bailable y de fácil digestión de la saga Strauss. Por una mañana, todos somos vieneses.
Desde hace veinte años, los músicos de la Filarmónica de Viena eligen al director que prefieren para que se suba al podio en este concierto. Su decisión para el próximo 1 de enero sólo puede calificarse de sorprendente: Prêtre es el primer francés que toma la batuta y su currículo lo aleja bastante de los valses vieneses. No de Viena ni de su Filarmónica, porque hizo su debut al frente de esta orquesta, una de las mejores del mundo, en un ya muy lejano 1962, cuando el entonces director de la Ópera, Herbert von Karajan, lo invitó a dirigir el Capriccio de Richard Strauss. Un año después regresó para sustituir a otro mito, Hans Knappertsbuch, en un concierto de la temporada de abono.
Pero a partir de ahí, la carrera de Prêtre ha estado vinculada sobre todo a Estados Unidos y, como es lógico, Francia. Y a dos figuras esenciales de la cultura del siglo XX: la soprano María Callas y el compositor Francis Poulenc. A la primera la dirigió en numerosas ocasiones, dejando el testimonio de una serie de grabaciones que se han convertido en referencia en algunos de los títulos operísticos más conocidos; al segundo lo conoció, trabajó con él y se convirtió en uno de los mayores divulgadores de su obra. La crítica considera que la especialidad de Prêtre es la ópera y la música francesa. Nunca ha destacado en cambio en el repertorio alemán: sus versiones de obras de Mozart, Beethoven o Brahms, por poner sólo tres ejemplos, son correctas y nada más.
Guiño francés
Francia está presente en el programa del concierto de Año Nuevo -elegido siempre por el director invitado- sin que ello signifique que Prêtre se haya salido ni un milímetro de los cánones. Porque si en años anteriores sus predecesores en el podio han sorprendido a los aficionados con piezas de Berlioz o Brahms, autores que no habían sido interpretados hasta esta década el día de Año Nuevo, el director francés se ciñe a la familia Strauss y añade únicamente dos piezas de autores de su tiempo: el habitual Josef Lanner y el menos conocido Joseph Hellmesberger hijo, de quien el pasado 1 de enero ya se interpretaron dos obras. El programa es, como siempre, una combinación de valses muy célebres con otros completamente desconocidos para el gran público, elegidos del gigantesco repertorio de los Strauss.
El guiño francés está en algunos títulos: la Marcha Napoleón de Johann Strauss hijo, con la que se abre el concierto; el Pariser Waltz, del fundador de la saga Strauss; y ya en la segunda parte, las polkas francesas Bluette y Die Pariserin, de nuevo de Johann Strauss hijo. Junto a estas piezas, otras mucho más célebres como Die libelle (La libélula), de Josef Strauss, y el Kaiser Waltz (Vals del Emperador), de Johann Strauss hijo.
Ya fuera de programa, y tras las palabras de felicitación del director, las dos obras obligadas año tras año: El bello Danubio azul y la Marcha Radetzki, una buena ocasión para que los famosos asistentes al concierto (las cámaras se encargan siempre de hacer una selección de políticos, financieros y personajes del cine, que junto a turistas japoneses de alto poder adquisitivo suelen ocupar los mejores asientos de la sala Dorada) acompasen sus palmas.
La retransmisión
En esta ocasión el concierto cumple una efeméride que estrictamente no le es propia: es la retransmisión número 50 a cargo de la Televisión Austriaca, que echará el resto en el programa. Las cifras son de respeto: cadenas de más de medio centenar de países emiten el concierto en directo, con una audiencia que entre radio y televisión supera los cien millones de personas.
Pese a esa audiencia tan elevada, la producción es deficitaria, porque la televisión pública de Austria impone una condición a quienes quieren hacer la retransmisión: no se pueden hacer cortes publicitarios. Eso hace que los derechos de emisión sean relativamente baratos. En España, puede seguirse por TVE-1 (con comentarios de José Luis Pérez de Arteaga) y Radio Clásica, de Radio Nacional de España.
En cambio, los costes de producción son muy elevados, entre otras cosas porque el concierto se completa con la actuación del ballet de la Ópera del Estado y del Volskoper, cuyos bailarines actuarán (algunos números son grabados, otros en directo) en cuatro escenarios diferentes: el museo Albertina, la Karlsplatz, la Escuela Española de Equitación y las propias dependencias del Musikverein. Las coreografías corren a cargo de Christian Tichy y el responsable de la retransmisión es Brian Large. El resultado será, como todos los años, un programa que además de un concierto es una promoción turística de primera. No extraña que el déficit lo paguen de buen grado el Gobierno y el Ayuntamiento de Viena.
La industria discográfica tiene también una cita fundamental. El sello discográfico Decca lanzará en unos pocos días el doble compacto que recoge el concierto. En Centroeuropa estará a la venta en una semana. A España llegará unos días más tarde.
De 600 a 3.000 euros
Todo está listo ya para el mayor espectáculo del año. Cultura y glamour en grandes dosis, a un precio elevado (las entradas superan los 600 euros, aunque están agotadas y en la reventa llegan a los 3.000) si se desea presenciar en vivo. O gratis si se sigue por la televisión. Porque lo importante es, por encima de todo, la belleza de una música sin complicaciones que pretende que se sea algo más feliz en el primer día del año.