DIAGNÓSTICO. En su último libro, Pardo ha cogido el bisturí para realizar una exhaustiva cirujía al arte moderno . / LA VOZ
JOSÉ LUIS PARDO FILÓSOFO

«En España los creadores quieren al mismo tiempo prestigio y dinero»

El filósofo publica 'Esto no es música', donde analiza la cultura contemporánea, centrada en la búsqueda de lo nuevo

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El filósofo José Luis Pardo (Madrid 1954) ha cogido el bisturí para abrir en canal la cultura contemporánea y diagnosticar sus males. En su último libro, Esto no es música (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores), toma como punto de arranque la portada de uno de los más célebres discos de los Beatles, Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band, en la que aparecen personajes tan diversos como Marx o Marilyn Monroe, para hacer una lúcida disección de los orígenes de la cultura de masas y las contradicciones con las que tiene que convivir.

-¿En qué se diferencia lo que hoy llamamos cultura de lo que se entendía por ella antes?

-Las obras de arte tenían un valor sagrado antes de lo que entendemos como modernidad. La belleza que mostraban era tal porque se había posado sobre ellas la mirada de Dios. Ahora, los productos culturales se han convertido en mercancía. La cultura urbana ha forzado la distinción entre alta y baja cultura a partir del siglo XIX, algo que no es más que el reflejo de la división en clases. Quienes trabajan ahora en la cultura popular admiten que el 99% de lo suyo no es más que un producto de mercado. Pero eso también pasa con el 99% de la alta cultura, que se limita a repetir modelos anteriores. Lo que sucede ahora ya ha pasado antes: lo verdaderamente bueno es escaso. Por eso estamos obligados a buscar en la basura, para ver si hallamos entre tanto producto comercial o repetitivo algo que merezca la pena.

-Destaca en su libro cómo la cultura popular trata de legitimarse porque pretende cumplir los cánones de la alta cultura o porque se presenta como algo revolucionario. ¿No se abusa de esto último?

-Sí, la transgresión se ha puesto muy barata en un sentido y muy cara en otro. Barata porque se recurre a ella en exceso y a veces sin justificación, y cara porque se han hecho tantas cosas que es preciso llegar muy alto para llamar la atención. Hoy, la transgresión es un paradigma muy facilón. Las canciones de los Beatles eran transgresoras pero no porque quisieran competir con Stockhausen.

-¿Cómo afecta a la alta cultura?

-Ha cambiado mucho el concepto en los últimos tiempos. Y no necesariamente porque los creadores quieran vender su obra. También Flaubert lo quería, aunque apenas lo consiguiera. Ahora, la generalización de la figura del gestor industrial ha modificado el proceso: no trabaja para el creador, lo fabrica él mismo. La cultura es hoy un área de negocio como otra cualquiera.

-¿Sólo negocio?

-Hay más, claro. La cultura es hoy una fuente de identidad, justo lo contrario de lo que sucedió en los 60 ó 70. El triunfo del pop es que hizo que cayeran las barreras culturales. Si Lennon y Presley cantaban lo que cantaban es porque olvidaron que uno era inglés y el otro no era negro. Hoy no podrían hacerlo.

-Habla de alta cultura y de baja cultura. ¿Cómo se establecen hoy los límites?

-Umberto Eco diría que la cultura popular pretende dar solución a un problema difícil entreteniendo y liberando un rato al lector. La alta cultura plantea problemas que en el fondo no se pueden resolver y por eso sus héroes acaban mal. Si se pudiera reducir a una fórmula lo que es el valor artístico, no habría problema para fijar los límites. Las grandes obras no se pueden reducir a fórmulas.

La televisión

-¿Una ópera deja de ser alta cultura si se emite por televisión?

-No sé si deja de ser alta cultura, pero desde luego pasa a ser otra cosa. También podríamos plantearnos si una novela traducida es otra cosa. Pero la realidad es que las grandes obras literarias han soportado malas traducciones y lecturas en la peores condiciones. Y, en el sentido contrario, hay quien cumple el ritual de la ópera, la presencia en directo y no se entera de nada...

-¿Cómo se explica que haya productos de la alta cultura con enorme éxito popular?

-Cuando yo estudiaba en la Universidad, los profesores hablaban en clase de García Márquez y veíamos cómo el bedel lo leía en sus ratos libres. El asunto es no confundir valor comercial y valor artístico.

-¿Qué opina de la exposición de Santiago Sierra en Londres, hecha a base de heces de indios?

-Sólo puedo entenderlo desde una perspectiva humorística. Eso ya lo han hecho otros antes, de manera que ni siquiera es algo demasiado moderno. Los artistas que siguen haciendo estas cosas viven de la herencia de las vanguardias, pero las cosas ya no tienen el valor de entonces. Cuando Duchamp pintó un bigote a la Mona Lisa fue una sensación. Cuando años después otros hacen más o menos lo mismo ya no escandalizan.

-La zarzuela tuvo éxito, lo dice usted, porque subió al escenario a los personajes de la calle. ¿El éxito de Gran Hermano se basa en que mete en la pantalla a gente común?

-El éxito de ese programa y otros parecidos es que son muy baratos y la gente está dispuesta a ver en televisión lo que le echen, sobre todo a ciertas horas. Ampararse en que a la gente le gustan esos programas es una excusa muy barata. A quienes de verdad le gustan es a los programadores.

-¿Productos como Operación Triunfo ayudan en algo a la cultura?

-Operación Triunfo es letal para la música. La moralina que lleva asociada, con esas imágenes en las que se les ve trabajar, llorar... es insoportable. Y el producto resultante malísimo. Desde luego, para la música es mucho peor Operación Triunfo que bajarse gratis canciones de internet.