Tensa espera
Actualizado:l entierro de Benazir Bhutto se convirtió ayer en una manifestación multitudinaria de dolor y de rabia, acompañada en distintas ciudades de Pakistán por atentados y enfrentamientos que acabaron cuando menos con la vida de treinta y dos personas. La situación se ha vuelto tan tensa e imprevisible que no permite un pronóstico seguro sobre hacia dónde se encaminará el país. El Gobierno parece haber optado por tratar de contener la situación manteniendo la convocatoria de las elecciones previstas para el 8 de enero y renunciando a declarar el estado de excepción. Pero el hecho de que la atribución del atentado a «Al Qaeda y los talibanes» por parte del ministro del Interior fuese contestada airadamente por los seguidores de Bhutto, incluso con acusaciones públicas contra Musharraf, refleja tan radical incompatibilidad de posturas que nadie podría asegurar hoy que los comicios legislativos puedan celebrarse, o desarrollarse con un mínimo de garantías. Sólo una identificación creíble de los responsables del magnicidio podría aliviar la tensión del momento y abrir cauces de entendimiento entre las principales fuerzas. Pero, al mismo tiempo, las dificultades mostradas por Musharraf para contener la violencia sectaria en un país que acabará el año con el sangriento balance de cerca de 800 personas asesinadas en atentados terroristas puede alentar a la oposición a una estrategia de cambio incluso al precio de un mayor nivel de confrontación partidaria. En tanto que la prudencia y la moderación de la mayoría se imponga a la exaltación de la minoría, aun cabe pensar en el mantenimiento de la agenda electoral. Sería lo más conveniente siempre y cuando los comicios no sirvan únicamente para el enrocamiento del régimen de Musharraf y se presten a la participación del partido de Bhutto.