Opinion

Luces con sombras

El presidente Rodríguez Zapatero procedió ayer a ofrecer su propio balance de la legislatura, subrayando los aspectos positivos de los últimos cuatro años de crecimiento y bienestar, y mostrándose especialmente complaciente respecto a los logros del Gobierno. En cuanto a los resultados de la economía española, es indiscutible que se ha tratado de un período de prosperidad, creación de empleo y superávit público sin precedentes en la historia de España. Aunque, frente a la confianza que ayer reflejó el Presidente, sería necesario matizar con prudencia la afirmación de que «se ha iniciado un cambio en el modelo de crecimiento económico que le aporta estabilidad y fortaleza ante coyunturales turbulencias económicas». Por otra parte, en tanto que el balance hecho público por el Presidente tiende a comparar las actuaciones del Ejecutivo con los compromisos adquiridos por el propio Rodríguez Zapatero en línea con las prioridades socialistas, es lógico que las iniciativas llevadas a término gracias a una mayoría parlamentaria cambiante hayan acabado satisfaciendo a sus promotores. Sin embargo, son los déficit de consenso los que han ido jalonando de desencuentros cuatro años que llegan a su final con los dos principales partidos, el PSOE y el PP, obligados a afrontar los comicios del próximo 9 de marzo con la necesidad de obtener la máxima diferencia en escaños. Es éste el desafío que Rodríguez Zapatero viene lanzando en las últimas semanas a las aspiraciones de Mariano Rajoy.

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El propio asentamiento de la democracia debería permitir afrontar las diferencias políticas con la seguridad de que la confrontación no podría desbordar los cauces de la estabilidad constitucional y de la convivencia. Pero tanto el diseño definitivo del Estado de las Autonomías -pendiente de una sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut cuya asunción o acatamiento ya ha sido cuestionada por parte del nacionalismo catalán- como la utilización del argumento de la paz como recurso para avivar el soberanismo en Euskadi han hecho aflorar disensos que amenazan con el enrarecimiento de la próxima legislatura en una cuestión tan capital como la cohesión territorial. Junto a ello, tanto la eficacia real de las políticas de igualdad, cobertura de la dependencia y extensión de derechos sociales puestas en marcha a lo largo de estos cuatro años como el necesario desarrollo de un sistema educativo integrador y de calidad apelan a un clima de entendimiento superior al ofrecido en la legislatura. Un clima que debería acoger también la participación de España en la esfera internacional y, muy especialmente tras los signos de desaceleración, el amplio capítulo referido a la intervención de las distintas instituciones públicas sobre la economía, precisamente en torno a un compromiso compartido que favorezca el cambio en el modelo de crecimiento.