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La maldición del jardín

El recinto de Liaquat, donde fue asesinada la ex primera ministra, también acogió la muerte violenta a otros políticos

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La zona permanece acordonada y los investigadores siguen tratando de encontrar nuevas pistas que ayuden a esclarecer el atentado. Liaquat Bagh (el jardín de Liaquat) es un punto negro en la historia política reciente de Pakistán. El asesinato de Benazir Bhutto es el tercer ataque de estas características que se produce en esta zona, preparada para grandes concentraciones de gente y que pertenece a la ciudad de Rawalpindi, anexa a Islamabad.

Llegar a ella es ahora una odisea. Apenas le separan unos minutos del aeropuerto internacional, pero las innumerables barreras de fuego han convertido esta tranquila capital en un pequeño infierno, en cuyas calles miles de manifestantes levantan barricadas con la quema de neumáticos. Coches de policía en cada esquina, efectivos antidisturbios con sus cascos y escudos preparados para entrar en acción, ambulancias circulando a toda velocidad y nubes de humo que se elevan en la fría noche del norte paquistaní.

Es el momento del dolor, de la venganza de millones de personas que han salido a las calles a expresar su rabia. El atentado sigue aún demasiado caliente en la mente de todos y el olor a sangre y pólvora de la explosión, se ha teñido de la acidez del caucho ardiendo.

En este mismo lugar, en 1951, el entonces primer ministro, Liaquat Alú Khan -cuyo nombre lleva ahora el jardín- murió a manos de un pistolero profesional de nacionalidad afgana. En 1973, el líder de la oposición, Wali Khan, corrió mejor suerte al salir ileso de un ataque de un grupo paramilitar que irrumpió en mitad de su mitin y acabó con la vida de docenas de sus seguidores. Treinta y cuatro años después, la tragedia volvió a llamar a las puertas de este punto negro para llevarse la vida de Benazir Bhutto.

Ajusticiamientos

A muy poca distancia, pero ya fuera de este recinto, se encuentra también el lugar donde Zulfikar Alí Bhutto, padre de Benazir, fue ahorcado por el régimen militar de Zia-ul-Haq en 1979. La antigua cárcel donde se llevaban a cabo las ejecuciones, sin embargo, se ha convertido ahora en un concurrido restaurante de comida rápida norteamericana.

Padre e hija murieron a pocos metros de distancia y desde ayer descansan también en paz juntos en el panteón que la familia tiene en la sureña provincia de Sindh, cerca de su querida Karachi. Este apellido que ha dado tantos años de historia a la política de Pakistán se queda pendiente de que alguno de los familiares quiera coger el relevo que los terroristas se han llevado.

Anarquía en Karachi

Karachi se despidió de Benazir con más rabia y violencia que nadie, aunque la ola de altercados ha asolado a todo el país, una muestra más de la capacidad de atracción de la asesinada. Aunque no hay datos oficiales, cerca de una veintena de personas han podido perder la vida hasta el momento en las protestas contra el asesinato tan sólo en la provincia de Sindh, de donde era originaria Bhutto. Desde que se conociera la noticia de su muerte, escuadrones del Partido Popular, la formación política que lideraba, han tomado las calles y ni la Policía, ni el Ejército han podido imponer su ley. Se vive una especie de toque de queda no declarado y el país asiático parece listo para la batalla.