Canción triste de Navidad
Actualizado: GuardarLlegan los tiempos en que la pequeña pantalla se llena de programas solidarios, como si en el resto del año no nos debiésemos ocupar de los más desfavorecidos. Nos inundan con mensajes SMS, cuya recaudación no va a ningún sitio conocido y, en el mejor de los casos, tarda una eternidad en conseguir los objetivos para los que han sido creados. También para sacarnos el pringue, los centros comerciales nos recuerda desde hace semanas que en tierras remotas y en una tradición incluso más lejana, existió un señor con barba blanca y oronda barriga que entra por las chimeneas y deja presentes en Navidad. ¿Cuántos hogares de Cádiz poseen chimenea? ¿Y en aquellos en que el constructor no ha previsto tal elemento, recibirán regalos o pasarán al libro del olvido de Papá Noel? ¿Porqué sufre bulimia y no anorexia? ¿También los europeos creen que los más gorditos son más bonachones? Error, amigo. La vida no es tan simple.
La guerra fría entre los partidarios de Santa Claus y los de los Reyes Magos no ha hecho nada más que empezar, para alegría del comercio y tristeza de nuestros bolsillos, ávidos de consumo. De momento, ya nos han cambiado Belén por Jerusalén (lugar donde naciera Jesús) y no han sido los anglosajones, sino el propio cardenal Ratzinger. Ya lo predijo Tim Burton (otro anglosajón) en su Pesadilla antes de Navidad.
Son días en que disimulamos nuestro amor al vecino, al cuñado, a la suegra e incluso a nuestro jefe. Atiborramos nuestras panzas como si fuera el último día en la Tierra y llenamos de colorines nuestras calles. ¿Es necesaria tanta parafernalia? Mientras que sirva para entretenernos