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El asesinato de Bhutto asoma Pakistán al abismo
La ex primera ministra, candidata a volver a dirigir el Gobierno y principal baza para regenerar la democracia, cae víctima de un atentado integrista
Actualizado: GuardarBenazir Bhutto estaba citada con la muerte desde que regresó a Pakistán tras una larga estancia de ocho años y medio en Occidente. Logró retrasar el encuentro programado por sus asesinos para octubre, nada más volver a pisar su tierra. Fue recibida por un coche bomba contra su comitiva que costó la vida a casi 140 de sus compatriotas. Ella salvó la suya de forma milagrosa. Conocía el peligro. «Sé a lo que me arriesgo. Pero no tengo miedo», manifestó unos días antes desde su exilio en Londres. Ayer, dos meses después, no pudo eludir su destino, el que siempre ha estado unido a su apellido. Morir por Pakistán, como antes lo hicieron su padre y dos hermanos. «Mi vida es el reflejo de la historia de mi nación. Fue Pakistán quien me escogió a mí», sostenía.
Su final fue trágico. No podría ser de otra manera. Llegó asimismo en el ejercicio de su pasión, la política. También estaba escrito. Como se sabía que caería a manos de los radicales integristas. «Represento todo lo que los fundamentalistas detestan: soy mujer, educada y peligrosa», sostenía. Incluso, minutos antes de perecer recordaba que toda su familia se había «sacrificado» por la causa democrática. Lo hacía en el mitin de la formación política que encabezaría en las elecciones de enero, el Partido Popular, que ofrecía en un parque de la ciudad de Rawalpindi, cerca de la capital Islamabad.
La ex primera ministra, dos veces elegida y dos veces destituida durante la década de los noventa, fue víctima de las heridas provocadas por varios disparos que recibió en el cuello y la cabeza cuando, ya dentro de su vehículo y fuertemente escoltada, abandonaba el lugar donde había realizado su discurso. La llamada 'hija de Oriente' saludaba a sus seguidores asomada por el techo del automóvil blindado. Así lo confirmó su consejero de seguridad, Reham Malik.
Kamikaze
Casi de forma paralela, el criminal se inmoló en las inmediaciones y causó entre quince y veinticinco muertos, además de una gran confusión que en el primer momento hizo pensar que Bhutto fue alcanzada por la metralla de la carga explosiva detonada por el kamikaze. Desde el Ministerio del Interior del régimen de Musharraf también se llegó a especular sobre la acción de un francotirador. Para añadir más incertidumbre, desde Dubai, el marido de la ex estadista, Asif Alí Zardari, manifestó que su esposa había sido alcanzada por los disparos después de que el suicida llegase a detonar la bomba.
La deflagración alcanzó de pleno al coche de Bhutto, inmediatamente envuelto en llamas, según se pudo ver en las imágenes difundidas por las televisiones locales. Las cámaras también recogieron el cuerpo ensangrentado de Sherry Rehman, secretaria de información de Benazir Bhutto. Sin escatimar en detalles retrataban una escena desoladora. Cadáveres desmembrados de los asistentes al mitin y de los policías que custodiaban a la política se mezclaban con heridos con terribles mutilaciones. El horror al otro lado de los teleobjetivos.
La líder opositora cerró definitivamente sus ojos algunos minutos después, a las 18.15 horas -cuatro menos en España-, en el hospital general de la localidad, a donde fue trasladada con urgencia y donde los médicos nada pudieron hacer para evitar que su corazón dejara de latir.
La muerte de Bhutto agrava, si cabe, la crisis que vive Pakistán en vísperas de las elecciones legislativas del 8 de enero. Hunde al país asiático en un escenario de violencia sin fin que socava los pilares de un Estado azotado por el terrorismo islamista. Las acciones sangrientas que castigan la nación un día sí y otro también se ha llevado por delante este años cerca de ochocientas vidas. Y el recuento todavía sigue abierto.
Luto nacional
Desaparecida la principal candidata a volver a dirigir el Gobierno tras un acuerdo en la sombra con el presidente Pervez Musharraf -desvestido ya de su uniforme de dictador militar- y prohibido el acceso a las urnas al ex también primer ministro Nawaz Sha- rif, nadie parece capaz de liderar un proceso que ponga fin a la sangría de atentados firmados por la franquicia Al-Qaeda en respuesta al acercamiento a Estados Unidos que el Gobierno castrense ha protagonizado en los últimos años.
Musharraf parece incapaz de frenar el caos y la convulsa situación paquistaní amenaza con desbordarse. Nada más conocer el atentado de Bhutto -que le había acusado de no tomar las medidas necesarias para protegerla-, el general que pretende borrar su pasado al sustituir el uniforme de caqui por un traje de fino paño inglés se vio obligado a convocar un reunión de urgencia de su Gabinete. Del orden del día sólo pudo extraerse la declaración de tres días de luto por el asesinato de la ex primera ministra. Una condena enérgica y un llamamiento a la calma no parecen suficiente para dejar de asomarse al abismo. Tampoco sirve hablar de «un complot contra Pakistán». Sharif pidió anoche su dimisión y anunció el boicot de su partido, la Liga Musulmana, a unos comicios más devaluados que nunca.
Faltan once días para las elecciones. ¿Cuantos muertos se contabilizarán hasta entonces? Ayer una veintena de personas murieron cuando los ciudadanos se echaron a la calle para protestar por el magnicidio. El día se clausuró con enfrentamientos a tiros.