La penúltima
Como ya saben todos ustedes, jerezanos de pro o adscritos al jerezanismo, da mala suerte decir que se va a tomar la última copa, de modo que, con un eufemismo fino, hablamos siempre de «la penúltima». Quiero yo también, supersticiosa como soy, referirme a ésta como «la penúltima columna» del año viejo y brindar desde ella por el nuevo, que ya asoma sus orejas por el calendario.
Actualizado:Es habitual en este recodo final de diciembre ajustar cuentas, recapacitar sobre lo ocurrido en los doce meses anteriores, idear proyectos y hacer propósito de enmienda para el año entrante. Yo quiero, sin embargo, aprovechar esta «penúltima» columna de 2007 sólo para dar las gracias. Gracias a quienes han tenido la delicadeza de elegirme cada miércoles como compañera de desayunos, junto al café y la tostada con zurrapa; a quienes han perdonado mis ocurrencias peregrinas; a quienes han asentido conmigo en alguna opinión y a quienes me han puesto objeciones. A todos los necesito, a los del sí y a los del no.
Gracias también a los amigos de a diario, a los leales, los insobornables, sin cuyo amor no sería posible ni deseable caminar. Gracias a los enemigos, que son el acicate necesario para mejorar y para crecer: ya saben aquello de que quien no tiene enemigos, de nadie es conocido Gracias a los que se han quedado, de quienes seguiré aprendiendo, y gracias también a los que se han ido yendo, porque nada de lo que me enseñaron se perderá mientras que exista la memoria (gracias, Gabino; gracias, abuela; gracias, Raquel ). Y, por que no quede nada en el tintero, gracias adelantadas a todo lo que viene de camino, a las sorpresas que esperan en el 2008. Que la vida nos encuentre hambrientos de conocimientos y novedades. Y que el mes de diciembre próximo estemos aquí otra vez, dispuestos a tomarnos la penúltima y a dar las gracias.