Jerez

Esos guardianes del asfalto

CALLE PORVERA Soy de las pocas personas en España que se toma en serio lo del conductor alternativo y no acerco a mi boca ni una gota de alcohol cuando una noche me toca conducir. También soy bastante escrupulosa en lo de la velocidad y los adelantamientos en vías de doble sentido, tanto que incluso he tenido que aguantar gestos groseros de otros conductores porque no me da la gana ir a 130 por esas carreteras. Incluso soy de ésas a las que le afectan demasiado las campañas de la DGT, cuyas imágenes siempre están presentes cuando me pongo al volante.

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Pese a todo, el otro día me multaron. Fue a las 9.00 de la mañana del día de Nochebuena, cuando muy despejada me disponía a recorrer los 200 kilómetros que me separaban de la cena familiar. Todo sucedió en el último tramo de la nueva autovía a Arcos, donde la Guardia Civil nos dio el alto a una decena de vehículos -por turnos- y nos dio la gran noticia: el radar nos había cogido a más velocidad de la permitida.

Yo pregunté sorprendida que a cuánto iba, y la respuesta fue clara: «Iba a 120, señorita». Ante mi cara de extrañeza, el señor uniformado que velaba ese día por mi seguridad en uno de los tramos menos problemáticos de la provincia, en el que apenas hay accidentes y donde la circulación es más fluida, afirmó con una sonrisa de placer: «Hay una señal de 80 justo en el lugar donde hemos situado el radar».

Al final, 200 euros de multa y tres puntos menos del carné. Y lo peor no fue eso, sino comprobar cómo unos kilómetros más adelante, por las complicadas curvas de Algodonales y Olvera, los coches me adelantaban a lo loco y pasaban a 160 sin que nadie hiciera nada.

¿Seguridad? A mí me sonó a hacer caja para el Estado. Y si lo que quieren es recaudar ya les digo que es mejor que hablen con Pere Navarro, director de la DGT, que ése sí que se salta todas las normas en pleno centro de Madrid.