«Nos han jodido para toda la vida»
Los vecinos afectados por el atentado de ETA se mostraban ayer todavía incrédulos ante la situación que habían vivido horas antes. Ni en sus peores pesadillas se hubieran podido imaginar que tendrían que abandonar sus casas a la carrera instantes antes de sentarse a la mesa a disfrutar en familia de otra Nochebuena. Tras preparar con mimo hasta el último detalle de la velada, una llamada les condujo al temor y, cuando explotó la bomba, al terror. De repente, se vieron en la calle, sin saber qué hacer ni adónde ir.
Actualizado:Una familia residente en el bloque 18, el colindante a la casa del pueblo donde la banda armada colocó el artefacto, y que prefiere mantenerse en el anonimato, calificó el ataque «de vergüenza». La descripción de su vivienda fue dramática: «No hay ventanas, las escaleras están que se caen ». A Amaia -nombre ficticio de la hija-, el aviso de la bomba le sorprendió en el bar contiguo a la sede del PSE, donde había unas quince o veinte personas. «No nos lo creíamos», porque las amenazas se han repetido en los últimos tiempos. En esta ocasión, sin embargo, fue verdad.
La bomba, colocada en la parte trasera de la sede socialista, junto a la ladera de un monte, provocó graves desperfectos en esa fachada y un enorme estruendo que retumbó hasta en Berrón, una pedanía de Burgos situada a cuatro kilómetros de Balmaseda, y en Arcentales. «Me llevé a dos vecinos a mi casa porque no tenían donde dormir», explicó Amaia.
La villa encartada vivió ayer un atípico día de Navidad, con un continuo ir y venir de periodistas y políticos. No había otro tema de conversación que la explosión de la noche anterior. Los vecinos evacuados acudieron por la mañana a retirar algunas pertenencias y comprobar los daños en primera persona. Salían cabizbajos y con maletas, conscientes de que tardarían en volver.
En los edificios afectados residen varias personas de avanzada edad; fueron a las que más les costó abandonar sus hogares. En algunos casos, las mesas estaban perfectamente dispuestas para festejar la Nochebuena, a la espera de que llegara la hora de la cena. Algunos aperitivos, incluso, quedaron en los platos por la premura del desalojo.