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CRÍTICA DE TV

Actriz en ciernes

No es una niña prodigio porque está rodeada de compañeros de una gran altura televisiva y que en un momento dado podrían hacer lo que ella. Sin embargo, se distingue de sus pequeños colegas. Al comienzo del programa es una más.

JUAN ANTONIO MORGADO
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Pero termina como una auténtica estrella. Su papel de alcaldesa en la obra teatral por entregas de Menudo pueblo llena el escenario.

Tras un calentamiento con las preguntas al invitado, los chistes y las adivinanzas, llega la hora de Irene, que destaca sobre todos los demás en la representación.

Sólo Roberto, su contrapunto y enemigo acérrimo en la trama de la peculiar localidad, le hace algo de sombra, pero la alcaldesa se impone en el escenario, a pesar de sufrir las tropelías de su regordete compañero y de terminar todos los episodios al borde del soponcio.

El corrector dental que no puede disimular Irene no es óbice para que la cámara la quiera, como hace con todos sus compañeros de Menuda noche.

Esta niña con hechuras de actriz ha tardado poco tiempo en dominar las tablas. En el programa lo saben y le dan frases cada vez más largas. Incluso cuando la risa la traiciona en plena tarea, como sucedió el viernes, sale Irene airosa. Su antagonista es Roberto, otro que tal baila.

Descuidado, despistado, indolente y descarado, los guionistas ponen en su boca frases que provocan la unánime carcajada del público asistente, pero que acentúan el enfrentamiento hombre-mujer.

Podríamos estar entrando en una especie de Escenas de matrimonio infantil, con lo que eso conlleva de peligro de transmisión de estereotipos erróneos. Y ahí mete la pata el programa.

Aunque sólo se pretenda hacer gracia, se está fomentando el antiguo rol de la eterna rivalidad en la pareja y se introduce sin querer en los chavales la dicotomía masculino-femenino como un enfrentamiento normal.

Menuda noche, que tiene la virtud de mostrar la angelical espontaneidad de niños con media lengua, debe cuidar los guiones de Menudo pueblo, porque son muchos los infantes que ven el programa cada semana y, ya se sabe, los niños, lo que ven.

Tampoco son propios de unos críos de esa edad los piropos que ponen en boca de uno de ellos hacia otra de las niñas.

De nuevo aparece el tratamiento de superioridad del hombre hacia la mujer como algo poco aconsejable.

La veteranía y aceptación del programa deberían servirle para no caer en el todo vale con tal de ganar un televidente.