DULCE. Manuel posa en la pastelería Niza con sus famosos pocitos y tocinos de cielo
Jerez

Un merecido descanso

La pastelería Niza cierra sus puertas el 5 de enero, después de más de ochenta años endulzando la vida a muchas generaciones

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Manuel Morión Vega conoce la Corredera como el salón de su casa. Ha sido el lugar donde ha desarrollado su profesión desde que tenía catorce años. Ahora, Manuel se jubila. Y con el descanso viene el cierre de uno de los obradores más antiguos de Jerez: la pastelería Niza.

Niza nació hace más de ochenta años. Entonces era José María del Río Leal quien llevaba el negocio. El padre de Manuel, José Morión Monje, se lo compró en el año 34 y nuestro hombre entró a trabajar en el 57 a aprender los secretos de la pastelería. Ya en el 70, se quedó con el negocio que le dejó su padre. «Éramos ocho hermanos y un negocio al que tenía que responder yo, que era el que entendía de esto», comenta ahora cuando echa la vista atrás.

Sin pausa

Desde entonces, Manuel no ha parado de hacer pasteles para todos los jerezanos. «Son los de toda la vida. Ni mejores ni peores que los que se hacen ahora. Lo que sí es cierto es que son naturales, sin aditivos ni conservantes ni productos químicos. Todo lo que hemos vendido en esta casa podríamos decir que es ecológico», subraya.

Los famosos pocitos de Niza están hechos con una «crema especial que es el conjunto de dos por separado. Tienen su trabajo, pero desde hace ochenta años en esta tienda no han faltado nunca», subraya. Las palmeras, los tocinos de cielo y los cortadillos de toda vida todavía sobreviven en el mostrador de Niza.

El establecimiento cerrará sus puertas definitivamente el próximo 5 de enero. Adiós a los famosos pocitos y al artesanado que Manuel ha sabido cuidar desde su obrador. Ahora toca el descanso del guerrero que ha estado batallando durante muchos años. «Demasiados, quizá. Creo que me merezco un descanso, ¿no? Si me pagaran todos los domingos que he abierto la pastelería, me deberían una fortuna», comenta con gracia.

Bueno, pues a descansar, don Manuel, que se lo tiene más que merecido. Lo que sí le podemos asegurar es que medio Jerez echará de menos sus riquísimos pasteles de toda la vida.