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El mercader del Elíseo
Sarkozy ha firmado con China, Libia, Argelia y Marruecos contratos por un importe equivalente al déficit comercial francés
Actualizado: GuardarEn sus viajes a Marruecos, China y Argelia más la visita del líder de Libia Muammar Gadafi a París, Nicolas Sarkozy ha acumulado contratos por importe de unos 35.000 millones de euros. En tres meses, el mercader del Elíseo ha sumado ventas por un total equivalente al déficit comercial de Francia. «Que las cosas estén claras, yo también estoy para pelear al lado de las empresas francesas para que tengamos los contratos y los pedidos que los demás estarían contentos de tener en nuestro lugar», responde el presidente francés a las críticas de dar preferencia al monedero sobre los derechos humanos.
El papel de Sarkozy fue decisivo en octubre para vender a Marruecos el tren de alta velocidad que enlazará Casablanca con Tánger antes de atravesar el futuro túnel de Gibraltar. Una fragata militar y una central eléctrica completaron una factura por importe de 1.700 millones de euros. Pero los buenos oficios presidenciales no bastaron para endosar los aviones Rafale a un Mohammed VI que prefirió los estadounidenses F-16.
El gran pelotazo llegó en noviembre con el vuelo a China, en el que se quedó en tierra la secretaria de Estado para los Derechos Humanos, Rama Yade. La cuenta de resultados se elevó hasta 20.000 millones desglosados de esta manera: 11.300 por 160 Airbus A-320 y A-330, 8.000 por dos centrales nucleares de nueva generación EPR y 750 por una red de comunicación para móviles.
Avión de combate
El viaje a Argelia en noviembre reportó 2.700 millones entre complejos petroquímicos, centrales eléctricas y tranvías, entre otros equipamientos. Finalmente Gadafi dejó comprometidos 10.000 millones -1.800 menos que en España- para adquirir 21 aparatos a Airbus, tecnología nuclear para desalar agua de mar y abundante material militar, entre el que figuran catorce ejemplares del Rafale que no quiso Rabat. Si esta venta se concreta, Libia sería el primer país extranjero en importar el avión de combate de Dassault Aviation.
En la cartera de pedidos llama la atención el peso de la partida nuclear. «Francia está dispuesta a ayudar a todo país que quiera dotarse de la energía nuclear civil», anunció Sarkozy el pasado 24 de setiembre en la ONU ante los representantes de 150 estados. El país de Areva y EDF, que ha invertido cerca de 80.000 millones de euros en el átomo en los últimos 40 años, exhibe un apetito voraz ante un pastel mundial valorado por la Agencia Internacional de la Energía en más de 100.000 millones para los dos próximos decenios. En plena crisis internacional por el programa iraní, Sarkozy no ha tenido reparos en firmar tres protocolos nucleares con otros tantos países árabes: Marruecos, Argelia y Libia.
El embajador francés del átomo argumenta que la apertura en dirección a los países mediterráneos y del golfo Pérsico es legítima mientras respeten el tratado de no proliferación de armas nucleares y se limiten a aplicaciones civiles bajo el control de inspectores de la Agencia Internacional de la Energía Atómica.
Pero en el fondo su radioactivismo obedece a los intereses comerciales e industriales de un sector vital sometido a la feroz competencia de franceses, estadounidenses (General Electric), japoneses (Toshiba-Westinghouse) y rusos (Atomenergoprom).
En el platillo de las críticas, algunos observadores ponen en tela de juicio la influencia de la diplomacia comercial de Sarkozy por considerar que los contratos firmados se hubiesen cerrado de todas formas.
Es el caso del economista Philippe Chalmin, quien apunta que «China necesitaba comprar a Airbus para mantener el equilibrio con Boeing», cuya cuota es hoy del 50% en el mercado chino frente al 35% del constructor europeo. De la misma manera, «como había comprado dos centrales Westinghouse en diciembre de 2006, era casi seguro que le tocaba el turno a Areva», añade este profesor de la Universidad Paris-Dauphine.
En tela de jucio
En el plano político, los detractores del viajante del Elíseo recuerdan que durante la campaña electoral había prometido abandonar la 'realpolitik' de sus predecesores, la que «hace renunciar a sus valores sin ganar contratos». La socialista Ségolène Royal, rival derrotada en la carrera presidencial, lleva la voz cantante contra un gobernante que «se arrodilla ante los intereses financieros y pisotea la tradición de defensa de los derechos humanos por contratos que, en su mayoría, están firmados antes de que el presidente de la República se desplace».