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LA GLORIETA

El sorteo

U sted y yo sabemos que el azar, como los designios divinos, es inescrutable.El sorteo extraordinario de Navidad -estas entrañables fiestas como dicen los cursis- marca el inicio de los fastos de los últimos días del año. Sabemos que no hemos sido agraciados por la emperatriz del mundo, vulgo fortuna. De haber sido de otro modo, usted no estaría leyendo el periódico que ahora tiene entre las manos y yo no habría escrito estas palabras. Si hubiéramos sido poseedores de un décimo premiado, incluso si se tratara tan sólo de una pequeña participación, ahora nos regodearíamos en el mejor de los restaurantes, con el más afamado de los caldos regando una pitanza de marisco y carne roja poco hecha. Y esto lo haríamos para aplacar en lo posible los estragos que dejó en el cuerpo los excesos del festejo de ayer tras el sorteo. Aún mantendríamos una sonrisa bobalicona en la cara y aceptaríamos encantados la invitación a una copa de buen brandy jerezano de ese puñado de amigos recién descubiertos.

JAVIER LÓPEZ jlopez@lavozdigital.es
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Pero nada de esto ha sido así. Ni la consoladora y lapidaria pedrea, oiga. Anoche tiró usted al cubo de la basura los boletos que le acreditaban como jugador. Y se fue a la cama pensando que, después de todo, la salud es lo que en verdad importa. Se promete no volver a tirar los dineros en loterías y planea rechazar de plano cualquier participación en el Niño, que ya le ofrecen para olvidar que el Gordo no se quiso ir con usted. Pero dentro de un año habrá que volver a las andadas. Todos, en el trabajo, jugarán al mismo número y el proverbial miedo a ser el único que no disfrute de un premio en Navidad le obligará a adquirir otro décimo. Así es usted, así somos. ¿Y quién saca el mayor beneficio de esta debilidad? Ya lo sabe, el organizador del sorteo.