Feliz Navidad
Las fiestas de Navidad concitan, en nuestro entorno cultural, la efervescencia propia de un tiempo de encuentros familiares, buenos deseos, disposición a la alegría y a la añoranza y un irrefrenable anhelo de obsequiar y ser obsequiados. Y todo ello con independencia del fervor creyente con el que cada cual afronte días tan señalados en el calendario cristiano. El ingenio propio del ser humano ha sido capaz de idear nuevas posibilidades y necesidades que se van instalando en la pulsión consumista de las sociedades desarrolladas. En la era postindustrial y urbana no resulta sencillo diferenciar qué constituye una necesidad básica y qué es superfluo para la realización de la vida social.
Actualizado:De hecho, la misma percepción de la felicidad está hoy estrechamente unida a la capacidad de poseer bienes, de disfrutar de un ocio cada día más exigente, de situarse socialmente a la altura de lo que pueda entenderse como éxito. En tres o cuatro décadas la propia sociedad española ha pasado de una vida que se mostraba austera incluso en estas fechas a una conducta generalizada en pos del placer lúdico. Son cambios ineludibles que no pueden ser objeto de un juicio moral que niegue o cuestione radicalmente la naturaleza eminentemente humana de tales comportamientos. Pero, especialmente en estas fechas en las que tratamos de mostrarnos optimistas y generosos, conviene que de vez en cuando asome el carácter racional y consciente de nuestra especie. La remota evocación del solsticio de invierno, la celebración del nacimiento de Jesús de Nazaret o el más prosaico sorteo de lotería pueden ser, a la vez, momentos de olvido y de recuerdo, de risa y de nostalgia.
Pero entre las horas de la Navidad ha de haber un tiempo determinado para la intimidad y un instante para la solidaridad. Un tiempo para percatarse de que ni el mundo ni cada ser humano están sólo para alegrías. Un tiempo para reconocer en las carencias de los demás y en las insatisfacciones propias la fuente constante de los problemas que ensombrecen nuestra existencia.
La humanidad está llegando a conocer secretos de la vida que permanecían velados hasta hace bien poco. Pero corre el riesgo de despreciar esa otra tarea vital que consiste en discernir lo bueno de lo peor que llevamos dentro. La Navidad ofrece una oportunidad inmejorable para redescubrir al ser humano.