CRÍTICA DE TV

Debate

Zapatero retó a Rajoy a un debate televisado durante la próxima campaña electoral, y Rajoy contestó que no uno, sino dos. Rajoy propuso fechas y ahora todo está pendiente de que se confirme de manera oficial en qué cadenas se emitirán los duelos. Ya sabemos que TVE no será el escenario de los debates. El problema de hacerlo en TVE, como se sabe, es que al canal público se le presupone la obligación de ser estrictamente representativo, y esa obligación se entiende como el deber de conceder igual espacio a todos y cada uno de los grupos parlamentarios. La verdad es que es un poco absurdo. Guste o no, es ridículo pensar que Labordeta merece la misma atención informativa que Rajoy; es ridículo porque los votos de éste multiplican varias veces a los del primero. Pero el criterio que sigue TVE no es el de la mayor o menor representatividad, sino el del equilibrio institucional: no se busca satisfacer al público, sino a las instituciones, y por eso se emplea un criterio artificial de igualdad. Ahora bien, si de igualdades se trata, ¿acaso reducir el abanico a los partidos con representación parlamentaria no supone discriminar -injustamente- a los que no la poseen?

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Como sobre la tele pública pesan todas esas consideraciones, el protagonismo pasará inevitablemente a las privadas. Pero, entonces, ¿acabaremos sometiendo algo tan público como un debate electoral a los intereses de las privadas? En esas estábamos cuando la Asociación de la Prensa de Madrid (APM) tercia en el asunto y ofrece sus «buenos oficios a los partidos y emisoras de televisión para, subsidiariamente, hacer posibles esos debates y el protocolo de los mismos, tanto de los cara a cara entre los dos principales candidatos, como los que acojan a las restantes formaciones que concurren con posibilidades de obtener escaño según las encuestas más cualificadas». Habrá quien piense que la APM ya no sabe qué hacer para llamar la atención. Es verdad. Pero también es cierto que la propuesta tiene interés.

La asociación profesional dice algo interesante en su nota: «Cabe también una señal libre, abierta, que puedan emitir simultáneamente los operadores de radio y televisión interesados, que sufragarían proporcionalmente el coste de producción. En el año 2008, con las oportunidades tecnológicas de emisión analógica, digital, Internet, etc., pretender o incurrir en una emisión cerrada y exclusiva sería anacrónico». Eso es estrictamente cierto: lo mejor sería que los candidatos debatieran en algún escenario neutral y que la señal fuera abierta para quien la quisiera emitir. No sólo sería lo mejor, sino también lo más razonable. ¿Es preciso decir que, justamente por esos motivos, es la única opción que de antemano podemos descartar?