RETROCESO. Hillary Clinton, durante un mitin electoral. / AFP
MUNDO

Hillary se humaniza por los votos

La aspirante a la nominación demócrata deja atrás su altanería al verse superada por Obama

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Jim no lo ha olvidado. «¿Hillary Clinton? De ninguna manera votaría por ella. Es fría como un iceberg», dice tajante el portero del Museo Estatal de la Sociedad Histórica de Iowa. Si se hubiera tropezado con ella ahora en lugar de hace unos meses tal vez no diría lo mismo. Desde que ha perdido su liderazgo en las encuestas, la senadora explota su lado más humano para combatir la imagen de mujer ambiciosa que ha permitido a Barack Obama pisarle los talones.

El portero exhibe orgulloso un lote de fotos. El museo auspicia en estos meses una exposición sobre los caucus que ha servido de fondo para muchas entrevistas, por lo que todos los candidatos han desfilado por allí. Jim les interrogó uno a uno, les pasó el brazo por el hombro y se retrató con ellos para la posteridad, confiando en haberse asegurado una foto con el futuro presidente de EE UU. Salvo que Clinton sea la ganadora.

«Cuando estuvo aquí la acompañé en el ascensor pero me dio la espalda y no me dirigió la palabra», cuenta con el ceño fruncido. «Estupefacto le dije a los del servicio secreto: ¿Ni siquiera me ha mirado a la cara! Y ellos me dijeron: sí, nosotros también tenemos ese problema. Luego hablé con las patrullas estatales y me dijeron lo mismo. Yo creo que no le caen bien los uniformados».

En esos días de octubre la ex primera dama parecía imparable. Le llevaba seis puntos de ventaja al rival más cercano, tanto en Iowa como New Hampshire, los dos estados que más influyen en la eliminatoria que empezará el 3 de enero. Había batido récords de recaudación de fondos, contratado para su campaña a los demócratas con más experiencia y alineado tras de sí a la estructura del partido. Y justo cuando todos la daban por segura candidata, el senador afroamericano de Illinois empezó a ponerla en aprietos.

Con su estilo fresco y cercano, este hombre al que todos ven como un tipo sencillo y sin dobleces, de buenas intenciones y familia entrañable, se empezó a ganar los corazones que Clinton había dejado a un lado. Pocos dudan de que sea la candidata con más experiencia -59%-, con más carácter -47%- e incluso con mejores posibilidades de ganar en noviembre de 2008 -55%-, todo ello según una encuesta de la CNN. Pero los demócratas de Iowa empiezan a pensar que lo que más les importa en estas elecciones son las nuevas ideas (55% frente al 49% de julio pasado). Por eso en el último sondeo del Des Moines Register el candidato más joven de la campaña -46 años- despunta sobre la ducha ex primera dama por tres puntos.

A Clinton le quedaba New Hampshire, el estado que dio la victoria a su marido en 1992, peleado por el matrimonio casa a casa. En aquel entonces el ex gobernador de Arkansas se jugó las primarias a una carta. Renunció a Iowa, cuyo ganador suele gozar de un empuje que le arrastra hasta la victoria, y concentró todos los esfuerzos en New Hampshire, con la esperanza de obtener un victoria tan rotunda como para compensar la pérdida de Iowa.

Remontada

Tercero en los caucus de ese estado, con apenas un 3% del voto, y humillado por su primer gran escándalo sexual, el de Gennifer Flowers, nadie pensó que Bill Clinton pudiera remontar, pero lo hizo. Su esposa ha aprovechado las semillas plantadas para instalar la campaña más sólida que tenga un demócrata en New Hampshire, dispuesta a convertirlo en un cortafuego que detenga cualquier desliz en la prueba de Iowa. Un plan desactivado por las encuestas de esta semana, en las que Obama le saca cuatro puntos en New Hampshire, según Rasmussen Report, y uno, según el Concord Monitor y la CNN.

Es hora de sacar la artillería. Su campaña bien engrasada ha comprendido rápidamente que los ataques negativos se volverán contra ella. Lo que hace falta es humanizarla. Dos coches de Policía aparcados en cada esquina. Tres furgonetas de cristales oscuros y una ambulancia con el motor en marcha. No hay duda, la ex primera dama tiene que estar comiendo en el restaurante Azalea. «Ensalada de remolacha, alcachofas asadas con mozarella y pollo al horno», relata de carrerilla la camarera a cualquiera que desee saber qué ha pedido la senadora.

Se lo come todo con una sonrisa de oreja a oreja, en animada conversación y con copa de vino. ¿Una foto? «¿Pooor supuesto, cómo no!» exclama ella, pese a que su equipo la insta para abandonar el restaurante. Hillary sigue posando, firma autógrafos por doquier y hace lo que su jefa de campaña hispana asegura que nunca hace: contestar preguntas sobre la marcha. «¿Recibirá a Zapatero en la Casa Blanca?», se le pregunta. «¿Primero tengo que ganar!», dice ella con buen tino.

¿Y cómo piensa restaurar la credibilidad de EE UU en el mundo?, le insisto. «Eso va a ser un trabajo muy difícil, habrá que volver atrás y limpiar lo que ha dejado (Bush), pero eso es lo que tiene que hacer un presidente». O presidenta. Y los que se van con la foto y el autógrafo probablemente se encarguen de votarla. Así podrán colgarla en la pared y presumir. De los perdedores nadie se acuerda.

Audiencia madura

Tiene una audiencia madura entre la que destacan las mujeres de más de 55 años, que resultan ser el grupo de población más ansiado por cualquier candidato, porque son las que más acuden a votar en los caucus. A ellas se dirige también la madre de Hillary, Dorothy Rhodam, que a sus 88 años ha saltado por primera vez a la campaña para recordar al electorado que su hija es un ser humano. «Lo que me gustaría que la gente supiera de Hillary es lo buena persona que es», dice la buena señora en el último anuncio. Una foto en blanco y negro de su niñez acapara la pantalla. «Nunca fue envidiosa, sino que ayudaba a todo el mundo, y lo ha seguido haciendo en su vida adulta con otras mujeres». Sobre la pantalla aparece la frase «La Madre de Hillary vive con ella».

Sí, Hillary fue un día una niña inocente, tiene una madre que la quiere, cuida de ella y entre sus propósitos de año nuevo está «hacer ejercicio y pasar más tiempo con su familia», como cualquier mortal, y no salvar al país, como vinieron a decir el resto de los candidatos cuando se les preguntó en el último debate.

¿Está la senadora a tiempo de ser humanizada, después de haber sido tachada de mujer ambiciosa y calculadora que aguantó los cuernos de su marido para no perder su oportunidad política? La respuesta la tienen los votantes de Iowa el 3 de enero, y los de New Hampshire cinco días después. Si falla en los dos nadie espera volver a verla en la Casa Blanca.