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lotería de navidad

La suerte pasa de la provincia

M. H. / J. V. / R. E. |
CÁDIZActualizado:

Manuel no había perdido la esperanza de ser millonario y a las ocho de la mañana de ayer tocó a la puerta de la Administración de Lotería Arias, en la plaza de San Juan de Dios, para comprar un décimo. Era el último. Uno que había sido devuelto doce horas antes. Minutos después, Antonio Arias, el lotero más conocido de Cádiz, se sentaba en su despacho y encendía la radio. El mismo aparato con el que desde hace décadas escucha el sorteo de Navidad.

A las nueve menos cinco de la mañana el sonido de las bolas rodando por el bombo rompía el silencio de la habitación. Cuando las agujas del reloj marcaron las nueve, Antonio cogió un bolígrafo, puso un papel sobre la mesa y comenzó a escuchar con atención a los niños del colegio de San Ildefonso. En el folio había un hueco reservado para los principales premios del sorteo.

El primer quinto premio salía del bombo media hora después de que saliese la primera bola. El segundo quinto premio también se anunciaba antes de las diez de la mañana. Pero ninguno de los dos números habían sido puestos a la venta por Antonio. Y tampoco en la ciudad. Ni en la provincia. «Me encantaría dar el Gordo por tercera vez en la historia de esta administración. La última vez fue con el 03762 en 1986. Desde entonces, la suerte no ha vuelto a estar con Cádiz», recordaba Antonio.

Cuando finalizó el sorteo Antonio realizó un recuento de los premios. «Gordos ninguno, sólo hemos dado las terminaciones del primero y el segundo premio, el 69 y el 81. De estos billetes hemos vendido más de 400 billetes». Su resignación era compartida por miles de gaditanos abandonados una vez más por la esquiva fortuna.

En la plaza de las Flores los puestos soportaban el agua de la lluvia que caía cada vez con más fuerza. Y en la carpa de la Plaza sonaban las voces de los niños de San Ildefonso. «No me ha tocado nada», comentaba Pecino desde su puesto de caramelos y frutos secos. Antonio Barba sacó de su chaquetón un papel donde tenía apuntado los números que jugaba. «Tantos que ni mi mujer lo sabe», confesó entre risas.

Tomando café en un bar de la Avenida y sin despegar los ojos de la televisión, Rosa Lorenzo reconocía haber jugador más de diez décimos. «Mi hija está ingresada en el Hospital Puerta del Mar y me he bajado para desayunar y, de paso, seguir el sorteo, porque no sería la primera vez que sale mi número», comentaba mientras buscaba sus números en el monedero para comprobar el cuarto premio, que acababa de ser cantado.

En la capital hubo que conformarse con algunas pedreas. El bar Nebraska, por ejemplo, repartió algunos euros con el 68.415, o el restaurante La Marea, que repartió 58.000 euros en papeletas entre sus clientes con el 06069, al coincidir la terminación del 69 con la del segundo premio.

La fortuna también ignoró al resto de la provincia. La ilusión acabó convertida en papel mojado con forma de décimo de lotería. En lugares como Barbate, donde la tragedia del Nuevo Pepita Aurora había extendido la ilusión por toda la población de una compensación mediante un buen premio, los habitantes se tuvieron que conformar con los tópicos de que lo importante es la salud o de que el Niño traerá más suerte. «Habíamos vendido todo en las tres administraciones de la localidad, pero sólo nos han caído terminaciones», explicaba Antonio José Gutiérrez, de la Administración de Loterías Número 2 de Barbate.

Al igual que en La Janda, en la sierra de Cádiz la decepción fue la nota predominante. «La cosa no está boyante con los euros. Además, el sorteo de Navidad no da premios suficientes y aquí se vende poco. De todos modos, hemos dado una serie entera con finalización en 14 del tercer premio», decía Encarnación Fruta, de la Administración de San Antonio de Ubrique.

En El Puerto, la terminación del Gordo la ha vendido el Partido Popular y la Administración de Loterías número 2 vendió el número 26623 (muy parecido al 76623 de un cuarto premio). Emilio Paredes de Lotería Alba, en la capital gaditana, resumió la sensación que se respiraba en toda provincia: «Había ilusión, pero se ha desinflado».