Carta a dos flamencos
Actualizado:ueridos Manuel Torre y Canalejas de Puerto Real: Ahora que en la tierra suenan voces que cantan al Nacimiento del Niño Dios, yo quisiera enviaros estas líneas a ese alto y eterno Nacimiento del Cielo, que de seguro llenáis con vuestras voces y vuestro arte. Os preguntaréis qué pinta este gachó mandando este correo tan especial. Os lo explico. Este es un mensaje de acción de gracias que os debía desde hace mucho tiempo. Resulta que el año pasado en un Pregón de Navidad tuve la osadía de arrancarme a cantar Los Campanilleros tras de un romance que le dedique a Manuel. La cosa no paró ahí y trascendió, porque Andrés Cañadas (un amigo de aquí abajo) que tenía un programa de radio de Cofradías (cómo se lo han cargado, ¿eh?), se encargó de difundirlo tela marinera, en parte por peticiones populares. Ante el éxito obtenido (modesto éxito) me citó a la grabación de uno de sus programas para cantar Campanilleros allí en directo, y entonces Francis Castell (otro amigo de aquí abajo) y uno de la Asociación Santo Ángel me grabaron en un móvil para colgarlo en Youtube (un invento moderno que ya os explico otro día). El éxito ha sido grande, y aquí es donde entráis vosotros. Porque sin tí, Manuel Torre de los soníos negros, sin esa interpretación tuya tan genial del villancico, yo no estaría en Youtube, ni tendría tantas visitas a ese video. Y sin ti, Canalejas, sin aquella voz tuya en aquel viejo disco sin funda que siempre estuvo en mi casa, en el que con otros artistas (Valderrama, La Terremoto, Amalia de Granada ) cantabas a la Navidad, yo no te habría escuchado tantos diciembres aquella versión del cante por Campanilleros que fue la que yo repetía año tras año, y la que a la postre me influyó en el deje con el que lo canto. Vosotros, cantaores queridos, sois en verdad los culpables de todo lo que ha pasado, y por eso públicamente os doy las gracias, en este día en el que muchos ya son millonarios mientras otros, sin los millones en dinero, tenemos la Gracia de Dios de ser ricos en muchas cosas. Y a ese Dios Niño al que se le cae la baba con vuestros villancicos, yo también le doy las gracias, porque sembró en mi garganta la modesta semilla de un don insignificante con el que, hace ya muchos años, entonó por vez primera un cante por Campanilleros.