JUEZA. Murillo estaba preparada para una reacción así. / EFE
ESPAÑA

Condenados y familiares intentan impedir la lectura del fallo judicial

Fueron expulsados de la sala después de gritar consignas independentistas y cantar puño en alto el himno al soldado vasco

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La magistrada Ángela Murillo se vio obligada ayer a expulsar de la sala de vistas de la madrileña Casa de Campo a la mayor parte de los condenados en el juicio de Ekin y a sus familiares, que provocaron un tumulto para intentar impedir la lectura del fallo.

La presidenta del tribunal se lo temía, y por eso dejó en el interior de la pecera blindada a 24 de los condenados que están en prisión, y colocó a los doce restantes, a los procesados en libertad provisional y a los cinco imputados que iban a ser absueltos en las primeras bancadas de la sala. Sus asientos estaban controlados y rodeados por más de una docena de policías de uniforme y por otra docena de agentes de paisano, sentados detrás, a los lados y entre el público, cuyas bancadas también fueron divididas: a la izquierda los periodistas y los familiares de los procesados, y a la derecha, miembros de asociaciones de víctimas del terrorismo.

El incidente se produjo poco después de las once y media de la mañana. Cuando la presidenta se ajustaba las gafas para poder empezar a leer su resumen, Teresa Toda, condenada a 10 años por colaboración con ETA y ex subdirectora de Egin, hizo una señal a los del interior de la pecera, se puso en pie y empezó a decir: «No aceptamos esta sentencia ...».

«¿Cállate, cállate!»

Murillo, alterada, contestó: «¿Cállate, cállate!». Toda continuó su discurso -«esto es un juicio político»- mientras los 24 integrantes de la pecera se ponían en pie, algunos subidos en los bancos, y puño en alto comenzaban a cantar el himno al soldado vasco, Eusko gudariak, al tiempo que daban golpes y patadas a la cristalera. Los demás procesados les imitaron mientras sus familias, desde detrás, les aplaudían.

«¿Fuera, fuera!» fue la única reacción de la presidenta del tribunal. Veinte policías, apoyados por media docena de antidisturbios que entraron la sala, sacaron, en algunos casos a empellones, a los procesados, a los situados en la pecera y a sus familiares, que gritaban en euskera «Viva Euskal Herria libre« y «aupa chavales», entre otras cosas. En la sala sólo quedaron el tribunal, los letrados, los periodistas, las asociaciones de víctimas, y unos nueve procesados, entre ellos los cinco absueltos, que no participaron en la algarada.

El tribunal esperaba los incidentes y había reflejado en la sentencia la actitud «rupturista» de los procesados y de sus abogados durante los 16 meses del proceso, pues, en su opinión, «en todas las sesiones intentaron paralizar este juicio para siempre». El fallo recuerda que, pese a que los procesados siempre se desvincularon de ETA y negaron conocer a sus miembros, esos etarras les tildaron de «auténticos héroes».