RICAS, RICAS. Manuel Orozco pendiente de sus almendras fritas antes de venderlas.
Jerez

Ese talento innato para la venta

Manuel Orozco 'El Mojama' heredó de su padre el arte de vender los frutos secos y el marisco más sabroso de la ciudad

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Cuando menos se piense, aparece la voz de Manuel Orozco El Mojama ofreciendo sus ricos productos. «¿Vamos a la rica almendra, oiga!», grita desde su carrito de frutos secos. En Semana Santa se coloca en la puerta del Casino Jerezano o en La Cepa de Oro. Y en cualquier otro evento que se tercie también está El Mojama con sus cacahuetes y almendras fritas.

Aprendió de su padre, Manuel Orozco El Marisquero. «Era un fuera de serie. Conocía como nadie los secretos de la venta», comenta orgulloso. El Marisquero dejó en herencia a su hijo el carrito de mariscos y frutos secos. «De toda la vida, mi padre ha vendido en la calle. En verano siempre estamos en Chipiona, donde tenemos un gran cartel. Allí vendemos marisco de calidad. Las patitas de centollo, la cigala, las bocas, cañaillas o bogavantes. Lo mejor que salía del puerto lo compraba mi padre y lo vendía que daba gusto», prosigue El Mojama.

Aunque ya no podremos encontrar al Marisquero, su hijo Manuel lleva con orgullo la tradición de la venta con su carrito, «buscándome dos duros para la mujer», subraya. Y es que, para él, esto de la venta es un complemento al sueldo que gana en una fábrica de tubos.

Con arte

Y el sistema no es el de una venta cualquiera. También para poner un cartucho de almendras tostadas en las manos de un niño hay que tener arte, como el que tiene El Mojama heredado de su padre. «Yo sé algo, pero él era el que tenía verdadero arte para esto. Todas las mañanas salía con su canasto de marisco y era bien recibido en cualquier negocio donde fuera. Llevaba lo que cada uno quería. Conoció a gente como El Cordobés y se relacionaba de lujo con los señoritos, que sabían que lo que vendía El Marisquero era de confianza. A cada uno le daba lo suyo. De pronto vendía a buen precio a un pudiente que después bajaba y se encontraba a un necesitado y le regalaba dos bogavantes. Así era mi padre», afirma Manuel.

No duden en pensar que, después de las palabras de El Mojama, podemos asegurar que, tan sólo como homenaje a su padre, quedan muchos días de almendras fritas y marisco de primera a la venta por la calles de Jerez.