Jerez

Ese intruso barrigudo

CALLE PORVERA Esto puede sonar a incongruencia, sobre todo porque en un sinfín de ocasiones he gritado a los cuatro vientos que no soy amante de las tradiciones. Pero a veces hay que posicionarse, sobre todo cuando la invasión cultural empieza a ser peligrosa.

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Quiero que lo sepan: no soporto a Papá Noel, Santa Claus, San Nicolás o como ustedes quieran llamar a ese intruso barrigudo que se supone que se cuela en nuestras casas para dejar los regalos la noche de Navidad y que el resto del año tiene explotados a un montón de elfos obreros fabricando juguetes a destajo.

A mí siempre me han gustado más los Reyes Magos, con ese misterio que tiene que tres sabios de Oriente cruzaran el desierto para rendir homenaje a un recién nacido, y con el toque meláncolico de mi infancia, cuando mis dos hermanos y yo nos repartíamos el cariño de Melchor, Gaspar y Baltasar y competíamos por dejarles vasos de leche, galletas y barreños de agua para sus camellos.

Lo mismo me pasa con el Belén y el árbol. Donde esté un Nacimiento con su Sagrada Familia, sus ovejitas, el castillo de Herodes, el caganer y hasta los click de Famobil que colocaba mi hermano para darle su toque original, que no se ponga ningún sucedáneo de abeto saturado de guirnaldas, lazos o bolas.

Ahora, después de años de disgusto por los adornos que mis vecinos colocaban en la fachada, después de que mi amiga Rocío y yo hubiéramos ideado un plan para desbancar a Papá Noel de los balcones de Jerez, he descubierto que se nos han adelantado y que a muchas ventanas se asoman ya los Reyes Magos. Y digo yo... ¿dónde han dejado a los camellos?