NARRATIVA VISUAL. Carmen Calvo frente a una de sus obras en la galería donostiarra. / L. MITXELENA
CARMEN CALVO ARTISTA

«Me siento una observadora que interpreta lo que veo en el lienzo»

El IVAM muestra la última obra de la pintora valenciana, una de las artistas españolas de mayor proyección internacional

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«Yo diría que pinto retratos, paisajes y bodegones». Carmen Calvo (Valencia, 1950) niega una posición de excepción en el panorama artístico. Ella se declara heredera de una formación convencional en el ámbito de las Bellas Artes, y reconoce que su perfil corresponde al de una creadora clásica que ya se esforzaba en la copia de la Venus de Milo cuando tan sólo contaba doce años. Ni siquiera reivindica la acumulación de objetos, uno de sus rasgos más específicos, como una aportación excesivamente personal porque, según explica, ya lo hicieron antes Duchamp y el ready made, Bretón o Miró. «La mirada es el instrumento capaz de dotar al tradicional oficio del dibujo de sentidos diferentes», arguye.

Sin embargo, su particular visión del arte moderno, ligada a la aportación de las vanguardias históricas y ajena a corrientes contemporáneas, goza de uno de los mayores créditos del momento presente, dentro y fuera de nuestras fronteras. El Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) acaba de inaugurar una exposición retrospectiva que recorre su trabajo producido los últimos quince años sobre soportes tan variopintos como el caucho, el barro, la pintura o la fotografía. Paralelamente, la donostiarra galería Altxerri presenta una muestra con su obra más reciente, también sobre diverso formato, y que podrá contemplarse hasta finales del próximo mes de enero. Las colecciones españolas más importantes de España y algunas de las más importantes del mundo, caso del The Solomon Guggenheim Museum, de Nueva York, cuentan con piezas suyas.

«Mi mundo es recoger materiales, información y a partir de ahí ir creando una narración», señala, pero, una vez más, niega cualquier excepción en este planteamiento. «Todos los artistas componemos una historia, incluso los más kitsch». Sin embargo, Calvo admite que su paleta es amplia, porque se nutre, esencialmente de los objetos que encuentra en «el mundo del rastreo».

Método

Ella los busca y, si consiguen enamorarla, los manipula, descontextualiza abruptamente. «La intervención no se alejan del ejercicio más convencional, de la aplicación de la pincelada», apunta. «Uno y otro se derivan de una selección generada por la meditación».

La artista los priva de su sentido específico para dotarlos de otros significados y, en última instancia, incorporarlos a un universo siempre rico en sugerencias desde planos íntimos, nunca evidentes para el espectador que contempla la transformación. Las obras asumen mensajes ambiguos, a menudo, asociados a una educación sentimental ligada con la España franquista y que, a menudo, parecen remitir a la perturbadora materia del psicoanálisis, acaso a la represión y otras formas soterradas de la violencia. Aunque las imágenes que exhibe en San Sebastián nos retrotraen formalmente al pasado, niega cualquier visión nostálgica, una voluntad de aportar un documento con visos de análisis historicista.

Visión atemporal

«No, reflexiono sobre realidades cotidianas y esos personajes, aunque nos vinculen, aparentemente, con otros tiempos, siguen siendo el soporte para hablar de conflictos actuales, que son los de siempre, las realidades cotidianas sobre las que se sustenta mi reflexión. Por ejemplo, ¿la infancia no se una cuestión siempre sometida a debate? Yo me siento una observadora que interpreta lo que veo en el lienzo»

La creadora también se declara pintora de conceptos y no halla ninguna contradicción entre su expresa fidelidad a la disciplina tradicional y la predilección por el objeto como una referencia básica. Se trata de un elemento recurrente que incorpora al cuadro y que combina generando construcciones bajo las que subyacen esos argumentos. El resultado es la generación de una atmósfera surrealista, inquietante, en la que flota, a menudo, el eco de una risotada dadaísta.

Carmen Calvo cuenta con más de treinta años de trayectoria profesional jalonada por hitos como su participación, junto a Joan Brossa, en la edición de 1997 de la Bienal de Venecia. Ella, que rehuye las modas y las inserciones en grupos, reivindica expresamente un alma propia o el esfuerzo de confeccionarla a través de una mirada.