Un vuelo a la diversión
El simulador de ala delta virtual es una de las novedades de Juvelandia y permite a los niños acercarse a la sensación de un vuelo real
Actualizado:Sin ir muy lejos, justo en el Palacio de Exposiciones y Congresos de la ciudad (Ifeca), se puede disfrutar a lo grande de actividades deportivas de alto riesgo a través de los simuladores con los que este año cuenta Juvelandia.
Esta disciplina es una de las grandes novedades dentro de las actividades programadas para esta 13ª edición de la Feria para la Infancia, Juventud, Ocio y Tiempo Libre. Esta zona deportiva brinda la oportunidad a los más pequeños de disfrutar con los simuladores de snow, ciclismo y ala delta virtual. Y es este último uno de los más aclamados por el público infantil.
«Es muy divertido porque nos hace sentir como si voláramos, y podemos ver las montañas nevadas y cómo suenan los ríos. Y lo mejor es que no da vértigo», asegura Iván Partida Díaz, escolar del colegio Nuestra Señora de la Caridad, de la localidad vecina de Sánlucar, y que ayer, con ojos como platos, descubrió lo más parecido a la sensación de volar.
«Muchos niños se quedan alucinados porque es la primera vez que tienen contacto con algo muy similar a un vuelo real a través de un conseguido programa informático virtual», asegura José María Iglesias Saborido, monitor del stand.
Y es que en este stand de ala delta y parapente virtual los niños pueden elegir montarse en la silla de parapente o colocarse en un auténtico arnés de ala delta, a la vez que se les facilita unas gafas virtuales que posibilitan ver diferentes paisajes desde el cielo. Algunos niños repiten y «otros incluso hasta intentan colarse», aclara José María. Los atrevidos a probar este divertido simulador son colocados en el arné, que a su vez va suspendido y sujetado con cuerdas profesionales, y dirigido por el dispositivo informático «te hace pasar tres minutos de aventura», cuenta Mercedes Vázquez, otra de las monitoras. «Me encanta porque mientras volamos vemos montañas nevadas, pueblos enteros y escuchamos el sonido de los ríos», cuenta Laura Romero, que acababa de bajarse.