Editorial

Turquía responde

El bombardeo llevado a cabo por la aviación y la artillería turca contra varias poblaciones del norte de Irak, en las que encuentran cobijo los terroristas del Partido de los Trabajadores del Kurdistán, supone la confirmación del inequívoco mensaje de determinación lanzado por el Gobierno de Ankara después de que el pasado 21 de octubre, militantes de esta organización infiltrados desde el montañoso Kurdistán iraquí matasen a 12 soldados en la frontera. Desde que el 29 de noviembre el Ejecutivo turco diese a su ejército vía libre para ejecutar acciones militares contra los terroristas -tras recibir la autorización parlamentaria para enviar tropas al exterior- toda la comunidad internacional esperaba la respuesta del Estado Mayor turco. Y ésta ha sido realmente contundente.

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La importancia de la actuación de Ankara, insertada en el complejo escenario regional, tiene un alcance político sin precedentes. Y es que, reconociendo el derecho de Turquía a combatir a los violentos secesionistas kurdos, un enemigo común que ha originado un conflicto de casi 37.000 muertos, Washington esperaba ciertamente más contención de su aliado para no perturbar la situación en un área en general bajo control y donde el gobierno autónomo kurdo de Irak es el más firme apoyo de los norteamericanos. Bombardear con artillería la frontera kurdo-iraquí se ha hecho en ocasiones anteriores, pero enviar aviones -de fabricación norteamericana- a bombardear Kandil, a unos 150 kilómetros hacia el interior y ya prácticamente en la frontera con Irán, es otra muy distinta. La decisión turca es un paso significativo que despeja cualquier duda que tuviesen terceros respecto de su determinación de defenderse de las acciones terroristas de la manera que crea más conveniente; criterio que, no es superfluo añadir, cuenta con un considerable respaldo social y popular dentro del país y dificulta todavía más la posibilidad de limitar la espiral de violencia que puede desencadenarse. Porque a nadie se le escapa que el golpe de efecto de Ankara tiene también una inquietante lectura de cara a posibles reordenaciones del estatus del Kurdistán iraquí y especialmente de Kirkuk, ciudad de importantes recursos petrolíferos, donde buena parte de la población es de origen turco y habrá tomado, seguro, conveniente nota del rotundo gesto.