Costumbres arraigadas
Fumadores y no fumadores cuestionan la eficacia de una ley cuya aplicación está siendo más complicada de lo que se esperaba
Actualizado:Llegó pisando fuerte, pero a día de hoy muchos dudan de su eficacia. Dos años después de la puesta en marcha de la Ley Antitabaco, numerosos bares y cafeterías continúan siendo refugio de fumadores, una adicción que, lejos de estar en extinción como pretendía la legislación, continúa fuertemente arraigada en la población. «No creo que haya servido de mucho la ley, por lo menos dentro de la hostelería», afirma Rafael Dueñas, propietario del bar y cafetería Casa Dueñas en Sanlúcar, quien afirma que «la gente sigue fumando igual que antes».
El hostelero sanluqueño aún recuerda el día en el que la normativa antitabaco se puso en vigor. «La mayoría de los locales de menos de cien metros cuadrados optamos por considerarnos bares de fumadores porque, de otra forma, estaríamos perdiendo clientela», manifiesta convencido Dueñas.
Una realidad que corrobora Carlos Pomar, fumador y cliente habitual del bar. «La gente asocia un café o una copa a un cigarro, así que la mayoría de los bares son para fumadores porque son costumbres que la gente perpetúa», comenta este sanluqueño quien considera que «la ley antitabaco tan sólo ha surtido efecto en los lugares de trabajo donde la gente ya no fuma, aunque lo sigue haciendo fuera», agrega.
Algo más radical se muestra Jaime López, fumador empedernido desde la adolescencia que afirma que «ninguna ley va a quitarme el placer de mi cigarrito del café, el tabaco es una costumbre muy fuerte en nuestra sociedad y cuesta cambiarla así como así», manifiesta López.
«Lo único que se ha conseguido con la ley es que algunos bares pierdan dinero habilitando salas para no fumadores, porque a los que nos gusta fumar, lo seguimos haciendo»,concluye Pedro Carbonero, amigo de Jaime López, quien también considera un placer «fumarse un cigarro mientras se juega al dominó con los amigos».
Promesas para 2008
La llegada del nuevo año siempre trae consigo promesas de mejora. Rafael Dueñas lo sabe. Su local, frecuentado por numerosos fumadores, es testigo de ello. «En estas fechas, todo el mundo dice que va a dejar de fumar, el año de la llegada de la Ley antitabaco casi todos mi clientes se lo propusieron, pero menos de la mitad lo consiguió», afirma con rotundidad este empresario sanluqueño.
Y es que a día de hoy, muchos de los asiduos fumadores tienen claro que desean seguir disfrutando del tabaco. «De algo nos tendremos que morir», sentencia con una sonrisa Pedro Carbonero.
No es fácil tampoco encontrar un bar, restaurante o cafetería en la que esté prohibido fumar en el centro de Chiclana. Tan sólo en algunos locales se han habilitado salones anexos para quienes quieran degustar sus pitillos, separados de quienes odian el humo.
Pese a esa mayoritaria lejanía del espíritu de la Ley antitabaco que entrara en vigor hace dos años, en la localidad chiclanera aún perviven algunos establecimientos cuyos propietarios se han decantado por no dar tregua al fumador. «En nuestro caso, y como tenemos dos locales relativamente cerca uno de otro en el centro de Chiclana, hemos decidido que en uno sí se pueda fumar y en el otro no».
Así lo explicaba María José Torrejón, encargada de la pastelería La Española, en plena calle La Vega de la ciudad, que recuerda cómo fueron los inicios de la aplicación de la normativa que impide fumar en su local. «Muchos clientes entran aún hoy, dos años después, despistados y con un cigarrillo en la mano, pero en cuanto ven el cartelito en la pared lo tiran o se lo terminan de fumar fuera», asegura.
Frente a lo que pudiera parecer, lo cierto es que este negocio tradicionalmente muy concurrido a cualquier hora del día en el municipio chiclanero no ha notado especialmente una reducción de la clientela por no permitirles echar un cigarrillo en su interior. «Todo lo contrario, la verdad es que nos ha sorprendido que muchos clientes nos feliciten por no dejar fumar, creo que a muchas de las personas que vienen aquí a diario les gusta poder desayunar o merendar sin tener que soportar el humo de un cigarro», zanja Torrejón.
Desde esa perspectiva, la entrada en vigor de la Ley antitabaco a nivel estatal no parece haber perjudicado a los bares y restaurantes chiclaneros, más bien todo lo contrario. Así, y aunque la mayoría se ha decantado por soportar el humo, como era de esperar son los clientes los que eligen y habitualmente respetan las normas que marca cada casa. «Peor se pasa en las oficinas, donde hay que fumar en las azoteas», bromea la encargada de La Española.
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