MITT ROMNEY se dirige a sus seguidores en Storm Lake. / REUTERS
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Guerra santa por la Casa Blanca

El pastor baptista Mike Huckabee y el mormón Mitt Romney, dos de los aspirantes a la nominación republicana, apelan al voto de la religión en su carrera por la presidencia

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Mike Huckabee no tiene dinero para vuelos chárter, ni para hacer sus propias encuestas o contratar quien le escriba los discursos. Su hija Sarah, de 25 años, dirige la campaña nacional. Su entrenadora para maratones, Alice Steward, es su jefa de prensa. Y su esposa, Jane, reparte personalmente caramelos en su oficina electoral. Aún así el predicador baptista de Arkansas lidera las encuestas en Iowa y le pisa los talones a sus competidores en la nacionales. ¿Cómo? Dios sabrá.

«Sólo hay una explicación para ello, y no es humana», dijo el candidato a un joven intrigado por su milagroso ascenso en las encuestas. «Es el mismo poder que ayudó a ese niño con dos peces y cinco panes a alimentar a 5.000 personas. Esa es la única forma en la que nuestra campaña podría estar haciendo esto. Y no intento hacerme el gracioso. Hay literalmente miles de personas en este país que están rezando para que un poco se convierta en mucho. Y eso desafía toda explicación lógica».

Para cuando el pasado día 2 la encuesta del diario Des Moines Register anunció su ascenso en las encuestas, cinco puntos por encima de Mitt Romney, el humilde predicador había invertido en su campaña de Iowa 400.000 dólares (unos 277.000 euros). Romney, 7 millones (4,8 en euros). Ver uno de sus anuncios por televisión era, según The New York Times, «más difícil que cazar una reposición de (la serie) I love Lucy». Y nada inspira más a los evangélicos que un buen milagro.

A ellos se debe precisamente el campanazo de Huckabee en las encuestas. El 45% de quienes votan en los caucus republicanos son evangélicos, según una encuesta de la Universidad de Iowa. Y éstos han estado captando señales que han pasado desapercibidas para el resto. Como el respaldo de Michael Farris, líder de la organización para la Defensa Legal de la escuela en casa, que es la opción por la que optan los evangélicos fundamentalistas para evitar que sus hijos se contaminen con la teoría evolutiva de Darwin, en vez de la creacionista, o crean que el hombre, en vez de Dios, es responsable del calentamiento global.

La baza de la fe

Según Steve Schessler, presidente de la Alianza Cristiana de Iowa, los evangélicos suponen el 75% de los votantes republicanos en las elecciones nacionales «por lo que ningún republicano puede ganar sin ellos». «Mi fe no sólo me influye, me define», dice Huckabee en el anuncio que empezó a emitirse en la televisiones de Iowa hace tres semanas. En las siguientes 24 horas su web recibió 250.000 entradas. El profesor de política de la Universidad de Drake desgrana dónde radica el poderoso atractivo de tan modesto anuncio. «La primera palabra que se oye es fe. Lo siguiente que se ve en la pantalla es líder cristiano».

Romney, su rival mormón, comprendió rápidamente que no ganaría sólo a golpe de chequera: tenía que contraatacar con la religión. El ex gobernador de Massachusetts pasa tres horas en la iglesia cada domingo, pero eso no le da el pase al cielo de los evangélicos, porque su fe mormona es vista por muchos como una secta.

Preguntado al respecto Huckabee prefirió otorgar con su silencio. «No me corresponde a mí juzgar la fe de otros», atajó. Hoy, en un artículo publicado por el dominical de The New York Times, el predicador siembra la duda con un aire de ingenuidad. «¿No son los mormones los que creen que Jesucristo es hermano del diablo?», le preguntó al entrevistador.

Y pese a la polémica, no yerra. La religión que más crece en Estados Unidos, con 13 millones de seguidores en el mundo desde que se fundó en 1830, cree que Satán era el hermano rebelde que se negó a convertirse en hombre, como Jesús. Esa disparidad, animada por el secretismo con el que llevan a cabo sus servicios, en los que no se permite la presencia de extraños, es una de las que han extendido el bulo de que los mormones no creen en Jesús.

Por eso el discurso de Romney sobre su fe empezó como un credo, admitiendo a golpe de pecho «Creo en Jesucristo como el hijo de Dios y el salvador de la raza humana». Se trataba de encontrar terreno común con los evangélicos para que cale su fervor. Y no sólo en ellos. Las encuestas revelan reiteradamente que el 60% de los americanos cree que su presidente debe ser un hombre religioso, porcentaje que aumenta hasta el 67% en los estados de la América profunda que dieron la victoria a George W. Bush.