Opinion

Europa ante lo inevitable

La aprobación por parte de la UE del envío de una misión de 1.800 policías, jueces y funcionarios de aduanas a Kosovo para tratar de asegurar la frágil estabilidad en la región permite a los socios comunitarios componer una imagen de compromiso unitario sobre el futuro estatus de la provincia. Un porvenir que pasa de manera «inevitable», según enfatizó ayer Nicolás Sarkozy, por la independencia del territorio kosovar, una vez que se ha constatado la imposibilidad de alcanzar una salida pactada con Serbia a un conflicto que amenaza con incendiar de nuevo los Balcanes. Sin embargo, la supuesta irreversibilidad de un nuevo proceso de segregación en la Europa que ha sufrido la violencia étnica no puede ser asumida por la UE como justificación para eludir su responsabilidad en el enquistamiento de la crisis, ni tampoco para minusvalorar los riesgos que puede comportar la cada vez más previsible declaración unilateral de independencia por parte de Kosovo.

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La decisión de reforzar la presencia de la Unión en la provincia en un momento tan delicado proyecta una primera respuesta unitaria, y por eso mismo estimable, ante la ruptura definitiva de las negociaciones entre kosovares y serbios. Pero es precisamente la impresión de que el desenlace sin consenso alguno está más próximo que nunca lo que hace insuficiente el gesto de la UE, que debe interiorizar que lo está ya en juego es la paz tan trabajosamente restablecida en los Balcanes. La tajante negativa de Serbia a aceptar la plena soberanía de su provincia originaria a cambio de una agilización del proceso para su incorporación a la Unión refleja hasta qué punto las autoridades comunitarias no han sabido manejar su principal baza negociadora, ni tampoco reconducir a Rusia a un diálogo más profundo. Pero ambas frustraciones no pueden llevar a Europa, bajo ningún concepto, a delegar el liderazgo en la gestión de la crisis larvada en el seno del continente, cuya entidad obliga a renunciar a pronunciamientos voluntaristas sobre el apaciguamiento de otros focos de tensión segregacionista. La UE debe amarrar el compromiso de Kosovo para aplazar cualquier resolución sobre su futuro hasta lograr la mayor cobertura internacional posible y disponer los medios para que la posible admisión flexible de su independencia no desemboque en un Estado fallido. Y, lo que sería mucho más grave, en un rebrote de la violencia.