Análisis de la Sanidad Pública Andaluza: una crítica constructiva
Queremos comenzar expresando nuestra enorme satisfacción y orgullo por tener el Servicio Andaluz de Salud (SAS). Aunque parezca increíble a estas alturas, no todo el mundo apoyó su creación y consolidación. Este recurso es de vital importancia para los ciudadanos en su intento de optar al derecho a la Salud, fundamentalmente para las personas más desfavorecidas; por eso, es un pilar fundamental del Bienestar Social, objetivo político irrenunciable, con todos los conflictos que puedan existir.
Actualizado: GuardarOtra cuestión bien distinta es la gestión y el desarrollo que se haga del SAS. Nuestra posición histórica es conseguir el máximo rendimiento del sector público porque eso redundará en un mayor beneficio para la población; este efecto será más decisivo para el sector de la población con menor nivel socio-económico. Recordar en este punto, que a pesar de la impresión generalizada de aparente confort social, existe de forma continuada en el tiempo un 20% de la ciudadanía que se encuentra en el umbral de la pobreza o totalmente inmersa en ella. Como consecuencia de lo anterior, siempre nos opondremos a todas las iniciativas privatizadoras de los que piensan que el sector privado es mejor.
Los puntos fuertes de la Sanidad Pública Andaluza son la apuesta por la equidad y solidaridad, como es por ejemplo la extensión del modelo de Atención Primaria a las zonas rurales o los hospitales comarcales. En otras comunidades autónomas hay más desigualdad. De cualquier forma, y aunque parezca mentira, la financiación sanitaria pública andaluza está por debajo de la media en el gasto sanitario por habitante. Por eso, el conformismo o la euforia están lejos de la realidad. El planteamiento no es que no se hayan conseguido logros, que han sido muchos, sino los que se podrían haber logrado con los recursos de los que se ha dispuesto.
Las encuestas de satisfacción de la población en cuanto a la Sanidad Pública andaluza son muy favorables. Los ciudadanos la valoran mucho, sobre todo aquellos que la han utilizado. De cualquier forma, el hecho de ser un sistema universal y gratuito genera de forma indudable conflictos. Lo primero que queremos dejar claro es que estas características las consideramos intocables. Todo lo que sea alterar estos conceptos supone en poco tiempo desigualdades en salud en función del nivel socio-económico, fenómeno que, incluso con las ventajas que aportan el hecho de ser «para todos» y gratuito, son difíciles de contener. Pero estos hechos no evitan que surgan problemas; el consumismo sanitario y la medicalización (pensar que todas las situaciones conflictivas tienen solución médica: «mi niño es bajito, no estudia o sale poco alguna medicina habrá que solucione estos hechos») son los más perjudiciales. La mejora de estos aspectos depende del uso adecuado que la ciudadanía haga de los recursos sanitarios. La educación ciudadana en temas de Salud Pública es la única solución. Su desarrollo en la juventud garantiza el mejor futuro. Existen mejoras en los últimos años que nos demuestra que es posible.
Pero existen otras situaciones que no dependen del ciudadano sino de la Administración Sanitaria Pública. El rendimiento del SAS, teniendo en cuenta los recursos que posee, es muy bajo; es decir, la eficiencia es muy deficitaria. Tenemos un fórmula uno y parece que tengamos un utilitario. Este fenómeno se traduce en las listas de espera, que es lo peor valorado de la Sanidad Pública. Uno de los factores que de forma indudable influye notablemente es la política de personal. Lo podemos analizar en sus aspectos cuantitativos: desde hace años existe un auténtico éxodo de profesionales sanitarios españoles. La razón es bien sencilla: ante los contratos basuras y la precariedad laboral que aquí se les ofrece merece la pena trasladarse a otros territorios a ejercer la profesión. En estos momentos, junto a este fenómeno, existe una falta importante de especialistas médicos y menos pero también de enfermería. Junto a esta dinámica son cada vez más los trabajadores sanitarios extranjeros que se contratan en el SAS. La falta de previsión tanto en el número de estudiantes universitarios como en el de especialistas es notoria y bastaría con modificar los criterios de acceso. La dinámica actual no prevee nada favorable para la Sanidad Pública andaluza y, por ello, no debemos conformarnos.
Pero en la política de personal también hay aspectos cualitativos muy deficitarios. Todos los proyectos que se han iniciado para incentivar al personal se han quedado a medias en su desarrollo y no han servido para cambiar la situación de partida. Un elemento negativo que consideramos fundamental es pensar que los incentivos son sólo económicos. No se ha conseguido vincular a los profesionales con los objetivos del SAS. La distancia entre los directivos y los trabajadores es cada vez mayor. Viven en mundos diferentes y enfrentados en muchas ocasiones. La carrera profesional ha significado un nuevo fracaso. Al final, el resultado es el mismo: café para todos. Todo queda al libre albedrío de cada uno; la Administración pública no diferencia al profesional íntegro que se vuelca en su trabajo del parásito más absoluto. No distingue entre la perfección y el desastre, lo que indica una «rendición organizativa» en el control del rendimiento laboral de los profesionales del sistema. Son de tal magnitud las diferencias en el trabajo que desarrollan distintos profesionales, que es imposible aceptar que no se pueda hacer nada para evitarlo, sobre todo teniendo en cuenta sus efectos globales sobre la eficiencia de la Sanidad Pública. No es un problema de analizar los hechos ni de investigarlos sino de actuar. El hecho de que no se intervenga demuestra la «rendición organizativa» a la que hacíamos mención. La solución a este problema no está en manos de responsables aislados, sino es una decisión política del máximo nivel, que reconocemos complicada pero no imposible.
Los enemigos de la Sanidad Pública pueden estar fuera pero hay muchos que están dentro del sistema. Una de las soluciones no es el incentivo de la dedicación exclusiva, que no ha dado resultados suficientes, sino la aplicación de una vez por todas de las incompatibilidades entre la misma actividad profesional en el sector público y el privado. Con esta medida seguro que no se corrigen todos los déficits pero sería una iniciativa de un gran calado político y dejaría entrever cuáles serían las nuevas intenciones del SAS; hacer eficiente la sanidad pública.
A pesar de todos estos comentarios, somos optimistas con el futuro de la Sanidad Pública andaluza. Y lo somos porque existen soluciones totalmente viables. Lo que hay que tener es decisión política firme y convencimiento de la importancia de los temas que tratamos. Es necesario conseguir un Pacto Andaluz por la Salud que luche contra las desigualdades sociales en temas de Salud; es decir no es posible permanecer impasible ante el deterioro actual. Por eso los partidos políticos, las organizaciones profesionales, sindicales y sociales que sientan la Sanidad Pública, deben comprometerse en conseguir una mayor cohesión y vinculación entre los ciudadanos, los profesionales, los administradores y los políticos para conseguir la mejor Sanidad Pública posible. Estamos convencidos que mejorando el rendimiento los privatizadores sanitarios no tienen nada que hacer en Andalucía. Nosotros esperaremos ese momento de forma serena y colaboraremos con todas las iniciativas que persigan estos objetivos.