Reúnen las esculturas que Velázquez adquirió para la colección de Felipe IV
En su segundo viaje a Italia, Diego Velázquez llevó el encargo de la Corona española de localizar, adquirir y traer al Alcázar Real vaciados y réplicas de las mejores esculturas de unos palazzos que le abrieron sus puertas y colecciones entre 1649 y 1651. Para la colección de Felipe IV el Velázquez marchante trajo 35 esculturas, de las que 20 sobrevivieron al pavoroso incendio que asoló el Alcázar en la navidad de 1.734.
Actualizado: GuardarTodas ellas se exhiben ahora en la muestra Velázquez . Esculturas para el Alcázar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando que, junto a dibujos, bocetos y documentos, incluye un total de 77 piezas. Es un magnífico complemento a la muestra del Velázquez fabulador que exhibe el Prado. Tras el incendio del Alcázar, la colección escultórica se destruyó parcialmente y lo que quedó de dispersó y se deterioró gravemente.
Fueron tres las instituciones que se repartieron aquel magnífico legado que se restauró y que ahora se reúne y documenta: la propia Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, el Museo del Prado y el Palacio Real.
Tres siglos y medio después del incendio y la dispersión, las esculturas se pueden contemplar de nuevo tal y como estaban dispuestas en el Alcázar de los Austrias. Y es que los historiadores han podido determinar su disposición original en el Salón de los Espejos, bajo las Bóvedas de Tiziano, la Pieza Ochavada, la Galería del Cierzo y otras estancias del Palacio de los Austrias.
Una labor de 10 años
José María Luzón, académico, ex director de Prado y responsable del legado escultórico de la Rabasf como delegado del taller de vaciados, es el comisario de una exposición que culmina los trabajos que desde hace casi una década la Academia viene realizado sobre los vaciados en yeso de las esculturas seleccionadas por Diego Velázquez.
Unos estudios que han permitido identificar la totalidad de las esculturas adquiridas por el genial pintor sevillano reconvertido en marchante y su procedencia, documentar su llegada a la capital madrileña, su disposición en el Alcázar y su restauración a cargo de Juan Pascual tras el incendio y la dispersión. Las piezas, todas realizadas en el siglo XVII, pertenecieron a las colecciones de grandes familias italianas como los Medici, Borghese o Ludovisi, además de las que el Vaticano reunió en el Belvedere entre los papados de Julio II e Inocencio.