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BROWN, flanqueado por Sócrates (izquierda) y Pottering. / EFE
MUNDO

El peligro británico

Londres resucita las reticencias que exhibió en 1956 cuando se dio el primer paso hacia la Unión

ENRIQUE SERBETO
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Cuando se negociaba en Roma en 1956 el tratado que fundó lo que hoy es la Unión Europea, el delegado británico que había asistido a todas las deliberaciones envió una nota que ha pasado a la historia por su poca perspicacia: «Si llegan a un acuerdo -decía en suma-, no se firmará. Y si se firma, no será ratificado. Y si es ratificado, no entrará en vigor, y si entrase en vigor, será un fracaso».

Aunque Reino Unido es miembro ahora de esa Unión Europea, parece que aquel telegrama sigue estando grabado en la mente de los políticos británicos, decididos a no dejarse nunca disolver en la masa del continente. El gesto de Gordon Brown ha sido, en efecto, la señal que marca en estos momentos el mayor peligro para el Tratado de Lisboa, firmado con gran pompa, pero cuyo destino vuelve a estar en el proceso de ratificaciones. En el caso del Tratado Constitucional, el 'pinchazo'se produjo en Francia y Holanda, dos de los países fundadores, pero todo el mundo sabía que el auténtico escollo estaría en Gran Bretaña, donde el entonces primer ministro Tony Blair había prometido convocar un referéndum como medio para presionar a sus socios en Bruselas.

Hoy Francia ha descartado ya una ratificación fuera del Parlamento. Dinamarca, que es un país que en estas cosas a veces parece más británico que continental, acaba de anunciar que tampoco hará referéndum. Portugal no lo ha decidido, porque el Gobierno de José Sócrates pasa por momentos de poca popularidad en política interna, aunque sería muy extraño que los lusos arruinasen un tratado que lleva el nombre de Lisboa.

En Irlanda ya han rechazado otros tratados -el de Niza, por ejemplo-, pero también saben lo que es votar una segunda vez para enmendarlo. Polonia, sin embargo, ha cambiado de bando con la caída del Gobierno Kaczynski y ha vuelto a las filas de los europeístas, así que no es de esperar tampoco reticencias por parte de un país que ha tomado el relevo de España como el más beneficiado por las inversiones europeas.

En cuanto a Bélgica, sometida a una crisis política sin precedentes -más de seis meses sin Gobierno-, el primer ministro en funciones, Guy Verhofstadt, estaba encantado de firmar como encargado en funciones, ya que los parlamentos que tienen que ratificarlo (¿siete!) sí están constituidos y funcionan con normalidad, si lo que está pasando en Bélgica se puede considerar normalidad.