Reina
La Primera emitió el miércoles noche La reina, la película de Stephen Frears sobre Isabel II de Inglaterra que le valió un Óscar a la protagonista, Helen Mirren, por su papel. No era un buen día para esperar grandes índices de audiencia: en Antena 3 jugaba el Madrid un partido de la Champions, de modo que La reina se tuvo que conformar con una cuota del 16% y 2,8 millones de espectadores; aún así fue la segunda oferta más vista de la noche. Respecto a la película, se la esperaba con ganas, porque es el primer gran producto cinematográfico sobre la tragedia de lady Di. La cinta, además, propone un punto de vista singular: lo que aquí importa no es tanto lo de Diana como lo que pasó en Palacio, y particularmente las zozobras de la reina a la hora de gestionar una tragedia inesperada. La verdad es que uno, inadvertido espectador, esperaba una historia con algo más de chicha. Pero La reina está demasiado cerca del estilo habitual de la crónica rosa.
Actualizado: GuardarNo quiero decir que sea una mala película; técnicamente hablando, es bastante buena. Pero, hombre, uno no puede acercarse a un suceso de este tipo, diez años después del trance, y despacharse con una tarrina de mermelada sobrada de azúcar. Los hilos argumentales de rosa son los mismos del folletín de toda la vida: el aristócrata cruel y gélido que se hace odioso -ahí el duque de Edimburgo-, el buen pueblo espontáneo en sus afectos, la glorificación descerebrada del amor y el sentimiento, etc. Al repertorio se añade un toque político progresista que, la verdad, causa sonrojo, y es la presentación de Tony Blair como un cabal paladín de la bondad y el buen rollo.
Al final, el mensaje de la película es el siguiente: fue un político laborista quien cerró la fosa abierta entre la Corona británica y el pueblo por la muerte de Diana de Gales. Será verdad, pero es altamente improbable que las cosas ocurrieran tal y como se narran ahí. Cierto que el cine no suele ser una buena guía para conocer la verdad de las cosas. ¿No acaban de vendernos a la siniestra Isabel I de Inglaterra como a una valiente damisela enamorada? Lo de Frears, después de todo, tiene menos delito.