Del monte a la ciudad
Los dos terribles atentados de ayer en Argel no son una sorpresa: desde que el residual Grupo Salafista para la Predicación y el Combate anunció en enero que aceptaba el liderazgo de cheik Usama Bin Laden y pasaba a llamarse al-Qaeda en el Magreb Islámico se temían ataques terroristas de este tipo. Los más de setenta muertos de ayer son el último y trágico balance de la oleada que empezó en abril pasado, con un audaz ataque en el centro de Argel y delante de la sede del gobierno y los dos de septiembre pasado. Uno de los dos ataques de ayer propone un cierto misterio porque, aparentemente, tenía por objetivo la delegación en Argelia de la Agencia de las Naciones Unidas para los refugiados, una benemérita institución que no se ve en qué puede ser tenida por un objetivo de al-Qaeda. El otro atentado tuvo lugar cerca del Tribunal Supremo y los dos fueron terrorismo en estado puro y según la definición clásica: causar deliberadamente la muerte de civiles en procura de ventajas políticas.
Actualizado:En Argelia todo esto es particularmente grave porque el régimen optó -equivocándose mucho- por impedir que formara gobierno un partido fundamentalista islámico, pero legal, que estaba ganando las elecciones legislativas en enero de 1992. Dio un golpe de Estado que disolvió al Frente Islámico de Salvación y lo persiguió a muerte en los años que siguieron. El eficaz ejército argelino y sus temibles servicios de seguridad acabaron con la amenaza de los terroristas del Grupo Islámico Armado, como se llamó el primer núcleo terrorista y del que proceden todos las demás. El ejército islamista guerrillero terminó pactando una amnistía con el gobierno, que entre tanto moderó su conducta, pero el decenio ha dejado algo así como doscientos mil muertos, una gran fractura social y, por lo que se ve, el problema sin solución militar. La última consecuencia es que los guerrilleros que rehusaron rendirse o los nuevos reclutas, muchos de ellos adolescentes, bajaron del monte y actúan en el medio urbano, donde las pérdidas de vidas están aseguradas y el eco mediático de sus brutales acciones, también.