Mens Sana
Primero es la indignación, luego el «¿quién ha hecho?», luego la crítica de turno al Gobierno, y luego nos olvidamos porque, total, las navidades están ahí encima y luego el Carnaval y así no hay manera de arreglar nada. Nos pasa siempre. Y lo curioso es que nos sigue sorprendiendo o, al menos, nos hace comportarnos como si nos sorprendiera. Porque en el fondo, todos sabemos que lo de la lectura es como lo de los documentales de la 2, o los billetes de quinientos, que existen pero nadie los ha visto. Los niños no entienden lo que leen, algo normal si tenemos en cuenta que aprenden antes a manejar los juegos de su consola que a leer las instrucciones, conformándose con que el muñequito de turno se mueva a derecha e izquierda y salte cuando le disparen y aprendiendo los niveles sacrificando muchas vidas.
Actualizado: GuardarLa edad prevista por la ley para comenzar a leer es la justa para que los niños hayan perdido el interés por los cuentos de atractivos colores que tenían en la guardería y hayan arrinconado todos los libros para hacer hueco a la play. Justo a esa edad, a los seis trepidantes años, se pretende que el niño se siente a juntar letras. Entonces, miran el dibujo que viene encima de «la ola lola» y dicen «la ola lola» y ya saben leer. Y al que pregunta dos veces por qué la ola se llama Lola, se le diagnostica de superdotado y se engordan las estadísticas de la Junta.
Un desastre. Los niveles de exigencia son tan mínimos en las aulas, que aburren a los niños, a los superdotados, a los normales y a los de integración. Aprender las tres palabras en negrita de un tema les lleva una semana, y aun así hay algunos que no progresan adecuadamente. Lo dice el informe PISA. Así se empieza, y se termina rechazando la construcción de una biblioteca y pidiendo un gimnasio, por mucho Día de la Lectura que se celebre. Yo tampoco entiendo lo que leo.