Y Carmen Güó cruzó la Verja
Antes de que el calentamiento global fuera noticia, las bocanadas de vaho sacudían las noches de diciembre, como aquella de 1982, era día 15, en que el primer Gobierno del PSOE decidió abrir la Verja de Gibraltar, cerrada a cal y canto por el Estado español en 1969: allí y entonces, veinticinco años atrás, se liberaba a los últimos presos del franquismo, los gibraltareños.
Actualizado: GuardarSon yanitos, con y griega y no con elle porque allí no hay llano que valga sino giovannis y giannis llegados durante el siglo XIX desde Génova o desde Malta y cuyo diminutivo pudo derivar al gentilicio popular con el que hoy se conocen a los habitantes de la Roca: escorpiones, les llamó en cambio el colonialismo británico. Pero a nosotros, a los españoles, seguro que nos llamaron cosas peores antes y después de que la Armada Invencible de Felipe II no pudiera humillar a Isabel I de Inglaterra.
A Isabel II, con su eterno bolsito y su traje sastre, le dio por visitar el Peñón en 1954 y la España de Franco, crecida con los acuerdos con los Estados Unidos y el concordato con la Santa Sede, inició una guerra fría contra la Pérfida Albión ante Naciones Unidas, que trajo como consecuencia aquel cierre a cal y canto de las comunicaciones con Gibraltar, que la antigua Calpe se convirtiera en Numancia y que los linenses terminaran teniendo caseta propia en la feria de Rota, pues muchos de ellos encontraron empleo en la base por la sencilla razón de que chapurreaban inglés y esa veteranía era un grado.
En el 69, para los niños campogibraltareños se terminaron las golosinas -las chingüas, el liquirbar- y la mantequilla del pato. A sir Joshua Hassán se le acabaron las corridas de toros en La Línea y sus contactos con su tío Rafael Cansinos Assens. Una generación de gibraltareños, la que hoy gobierna la Roca, creció sin llegar a conocer una vaca en directo como no fuera en la campiña inglesa, mucho más próxima por vía aérea que la ya inaccesible ruta del toro.
Veinticinco años atrás, se abrió la Verja, pero no se abrió del todo. Fue tan sólo a efectos peatonales y los argentinos, durante un cierto tiempo, necesitaron de un visado especial por aquello de la guerra de Las Malvinas. Para normalizar el paso fronterizo hubo que esperar a 1985 pero, a tenor de las colas que padecieron sus usuarios durante años, hay quien dice que el tránsito no fue real hasta el año pasado cuando el foro tripartito de Córdoba permitió apear el contencioso de la soberanía y comenzar a trabajar en la hermosa utopía de la vida cotidiana.
Hoy, sabemos que en Gibraltar ya no amarran los perros con longanizas ni que la Andalucía de hoy es aquella miserable región del pasado. Pero queda mucho camino para conocernos y para reconocernos: «Me llamo Carmen Güó», repetía a gritos una yanita la noche que se abrió la Verja. Fue la primera en cruzar y los periodistas españoles nunca supimos si su apellido era realmente Word -que quiere decir palabra-, World -que quiere decir mundo-, Wall -que quiere decir muro- o War -que quiere decir guerra-. Sólo sabíamos que se llamaba Carmen y que, aquella noche, fue la primera en cruzar la Focona moviendo sus caderas. Bien merecería que siguiera llamándose Esperanza.