Tribunales | SAN FERNANDO

Un jurado popular juzga a un joven por la muerte de un compañero del cuartel de Camposoto

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Un jurado popular juzga desde hoy a un joven que en noviembre de 2005 mató a otro de 18 años en el acuartelamiento de Camposoto, en San Fernando, tras asestarle una puñalada con un machete de unos 18 centímetros de hoja que le causó la muerte, por lo que la acusación particular pide una condena de 20 años de prisión (al considerarlo como asesinato), la Fiscalía pide 13 años (por homicidio y tenencia ilícita de armas) y la defensa pide el internamiento cerrado con tratamiento psiquiátrico al alegar que padece trastorno de la personalidad.

El acusado, que declaró entre lágrimas, no negó que apuñaló a la víctima (H.A.C.), aunque manifestó que su intención era intimidarlo para que lo dejaran "en paz", "hacerle un rasguño". De hecho, afirmó que en ese momento "no había pasado" y que no se había dado cuenta de que le había clavado el cuchillo, hasta que vio unas gotas de sangre en el suelo y pensó que algo había hecho. Fue entonces, según declaró, cuando se "derrumbó" porque "el mundo" se le venía "encima" y su puso a llorar.

Los hechos ocurrieron en la tarde del 20 de noviembre de 2005 en el acuartelamiento de Camposoto, cuando el acusado estaba en la litera de su camareta, tapado con toallas a modo de cortinas, afilando su machete. Según el escrito de calificación de la Fiscalía, los compañeros escucharon cómo decía frases como "os voy a matar a todos" y "arriba España".

Fue entonces cuando los compañeros fueron a buscar a un capitán para que acudiera al lugar y al no hallarlo, se presentó el cuartelero (la víctima), que, tras quitar una de las toallas que hacía de cortina y mantener unas palabras con él, recibió la puñalada que le causó la muerte.

El acusado explicó que se encontraba en la litera porque había intentado dormir la siesta y que escuchaba a los compañeros que se dirigían a él con frases como "el gallego rambo" o "el loco". Asimismo, señaló que cogió el machete para ver si se relajaba mientras lo afilaba y que cuando se acercaba el cuartelero entendió que preguntaban "qué hace el loco".

Asimismo, afirmó que vio que no llevaba arma y se concentró en "repudiarlo", por lo que la agresión la realizó "con la intención de hacerle un rasguño o intimidarlo para que se fuera". En este sentido, declaró que su acción "no iba encaminada a hacerle un daño grave". Además, manifestó que no sabía que estaba prohibido que tuviera ese machete y llegó a declarar que "ojalá" se lo hubieran quitado cuando llegó.

Por su parte, su abogado de la defensa no cuestionó los hechos ni la agresión, pero alegó que su defendido sufre un trastorno de la personalidad de carácter permanente, por lo que pidió como pena su ingreso en un centro cerrado con tratamiento psiquiátrico.

Además, su defensa culpó a la Administración de Defensa como responsable subsidiario de los hechos, ya que manifestó que "se podía haber evitado" si hubiera actuado mejor. En este sentido, señaló que los test psicológicos previos al ingreso en el ejército (donde el acusado llevaba sólo seis días) no se hicieron como debía, porque si no su defendido no los debería de haber pasado.

Asimismo, señaló que el acusado "nunca" debió tener el machete porque no es un arma reglamentaria y criticó que fuera un chico de 18 años el que se encargara de acudir a ver lo que pasaba, sin que estuviera "un capitán, un teniente, un sargento o un cabo", ya que "la reacción (del acusado) hubiese sido diferente".