«¿Cuántos viven en África? ¿Podemos traerlos a todos?»
El comisario provincial presentó ayer, de la mano de Óscar Lobato, una novela sobre «la cara oculta de la inmigración»
Actualizado: GuardarJosé María Deira es alto, recio y espigado. Gasta esa expresión marcial tan frecuente en quienes pasan mucho tiempo de uniforme y habla de forma concisa, prescindiendo de afeites y florituras. Además, es policía. Óscar Lobato se mueve por la sala de conferencias con maneras de experto, enfrenta el micro con veteranía y hace alarde de su manejo profesional de la palabra para pintar, con trazo firme, el perfil retórico del comisario. Se distingue de lejos que es periodista. A priori, Deira y Lobato tienen poco que ver: un funcionario de vida reglada, hombre formal, sereno y prudente; y un cazador de titulares, hecho a la hégira diaria que impone la actualidad, a las esclavitudes de la primicia y a la improvisación constante. Sin embargo -cada uno en lo suyo, con la pluma o con la espada- ambos se han curtido en el territorio aventurado de la frontera, conocen los peligros de trabajar al filo de la alambrada, entre esteros, sirenas, huidas y greda.
Por si fuera poco, el policía y el periodista -extraña pareja, condenada a no entenderse salvo en casos insólitos- han sentido la misma necesidad de plasmar sus vivencias fronterizas de un modo literario, que es «forma sutil que tienen los escépticos de escribir lo que saben sin recurrir al yo», según Francisco Umbral.
Ayer, en grata comunión gracias al poder las letras, Óscar Lobato presentó la novela de José María Deira Las espinas del Edén en la Asociación de la Prensa, y el contubernio circunstancial, amistoso, entre los ejecutores de la ley y los informadores se hizo público y notorio como en pocas ocasiones anteriores. Era un mal día para atracar el bar de enfrente y no acabar en la trena y con el nombre entintado en los titulares de portada.
«Cuando murió Fernando Fernán Gómez, uno de esos tertulianos ignorantes que pueblan las ondas dijo que un actor nunca podría ser un buen académico», comenzó Lobato, que optó por derribar, de entrada, los mitos, tópicos y falsos clichés sobre el aura «inventada» del escritor: «Se supone que alguien que actúa tiene un carácter libertino, anarquizante, y que un académico adora la sobriedad y el dogma», apuntó, para posteriormente desgranar algunos casos de «personas que se regían, profesionalmente, por pautas cerradas de comportamiento y que, sin embargo, han sido buenos autores».
Por centrarse sólo en policías, Vidocq, George Orwell, o Tomás Salvador, constituyen precedentes de «defensores de la ley» que dieron el paso al texto literario. «Deira, venciendo el pudor, me enseñó el borrador de sus Espinas del Edén, y le dije que tenía que publicarla, porque es una novela inteligente, lúcida y cargada de ese realismo que sólo pueden practicar las personas que han vivido los acontecimientos que narran en primera persona».
El Jefe Provincial de la Policía Nacional en Cádiz describió su texto como «una novela que explora los perfiles ocultos de una realidad lacerante»: el drama de la inmigración, que Deira vivió de cerca durante su periplo profesional en Ceuta, y que le marcó hasta «obligarlo» a explicar «cómo veía el fenómeno después de mi experiencia personal, enriquecida con los muchísimos testimonios que me contaron los inmigrantes».
La llegada del autor a Ceuta coincidió con «una etapa de gran tensión». «Cuando aterricé en la ciudad apenas había 25 subsaharianos; cuando cesé, había más de 1.500, y estábamos en el peor momento de las pateras arribando a las costas de Cádiz». El contacto directo con ellos «me hizo sentir la necesidad de escribir lo que pensaba sobre el asunto, aunque pronto comprendí que, tal y como lo estaba haciendo, con la forma de un sobrio informe policial, me iba a interesar sólo a mí, así que decidí darle forma de relato y empecé a narrarla desde otra perspectiva».
Novela negra
Óscar Lobato resaltó el acierto que supone «haberle prestado la coherencia y la estructura de una novela negra, que sabe mantener la intriga y que camina, en un proceso de tensión creciente, hacia un final increíblemente bien logrado». El periodista también alabó la recreación de los paisajes africanos («No me he criado en Senegal», bromeó Deira) y lo «perfectamente construidos que están todos los personajes, en especial el protagonista».
Dialo, el conductor de la trama, surgió también de una anécdota real. «Hace algún tiempo estuve hablando largamente con un inmigrante que se expresaba en un español perfecto. En un momento de la conversación me dio por preguntarle cuánto tiempo llevaba en España, y me contestó que una semana. Creí que me tomaba el pelo», explica. Pero aquel Dialo se había criado en Somalia, con carmelitas españolas. «Y, a partir de ahí, sólo tuve que convertirlo en una compilación de todos los inmigrantes que me habían aportado algo interesante sobre el fenómeno, sus peripecias personales, o sus opiniones».
A Deira le cabe la satisfacción de «haber podido contar todo lo que quería: una historia de realidades que truncan las ilusiones y los sueños de muchas personas», a la vez que «exponer una dimensión diferente de un problema, el de la distorsión que la inmigración incontrolada produce en pueblos y ciudades, y que hay quienes se niegan a ver y a entender, colocando el supuesto compromiso por encima de todo». Y se pregunta: «¿Cuántos viven en África? ¿Podemos traerlos a todos?» dperez@lavozdigital.es