Al filo
La 2 está emitiendo desde septiembre los reportajes que festejan los veinticinco años de emisión de Al filo de lo imposible, el programa de aventura que dirige Sebastián Álvaro. Es, sin duda, uno de los títulos señeros de TVE. Una de sus grandes virtudes es que no cede a la mera exhibición del impacto o la sorpresa y casi siempre sostiene la aventura sobre un argumento de divulgación cultural; en este caso el argumento era el viaje del griego Piteas, geógrafo, navegante y astrónomo, y el primer hombre que definió el contorno occidental de Europa al bordear toda la costa de poniente desde Marsella hasta Jutlandia, pasando por la península ibérica, Bretaña y las islas hoy británicas.
Actualizado: GuardarHay que ponerse en el siglo IV antes de Cristo e imaginar uno de aquellos cascarones a vela para calibrar el alcance de la hazaña. Esta idea que han tenido en Al filo de emular el viaje de Piteas es francamente buena, aunque sólo sea tomándolo como pretexto para marcarse una formidable aventura en piragua. Lo mismo puede decirse de las reconstrucciones de la expedición antártica de Shackleton o la odisea del gallego Pedro Sarmiento en el estrecho de Magallanes. Por cierto que este último documental sumó otra virtud: enseñar Historia de España a una generación que, en su mayoría, la ignora. Desde este punto de vista, Al filo de lo imposible podría prestar un enorme servicio a la divulgación histórica.
Apenas se sabe, por ejemplo, que el Robinson Crusoe de Defoe se inspira en el naufragio real de un marinero español, Pedro Serrano, en un banco de arena del Caribe. Vale lo mismo para la apertura de los ríos amazónicos por Orellana, la travesía de Cabeza de Vaca desde Florida a México, la búsqueda del paso del Noroeste por la expedición Malaspina entre los hielos árticos, la exploración de Guinea por el vitoriano Iradier. Hay mil historias de ese tipo. Todas ellas, vistas con ojos de hoy, pueden presentar ese doble aspecto de la aventura al límite y la divulgación cultural. Y con eso Al filo de lo imposible incorporaría un nuevo valor añadido. Al final, lo que justifica la existencia de una cadena pública de televisión es eso.