
¿Y tú de dónde vienes?
Militantes y simpatizantes de toda la provincia llegaron en autobuses para ver en persona a Rubalcaba
Actualizado: GuardarManuel bajaba del autobús con los riñones destrozados, pero sin perder el color de salud que da vivir en el campo. «Una paliza desde Villamartín, casi doz -con Z- horas», murmuraba entre dientes mientras se apresuraba a coger sitio. Todo en vano, porque a esa hora ya no cabía un alfiler en el auditorio del Palacio de Congresos -con un aforo para 903 personas- y donde al menos entraron unos 1.300 militantes y simpatizantes que ondeaban banderas de plástico y procedentes de El Gastor, El Bosque, Villamartín, Bornos... y otras localidades. Más de uno añoraba esos mítines de los años dorados del socialismo en el pabellón Portillo, donde había asiento para aburrir y donde las banderas eran de verdad, de tela, «de las que te podías limpiar los dedos en un piquito después de comerte el bocadillo», comentaba entre amigos José, recostado en el aparato de aire acondicionado como si estuviese en el poyete de la plaza del pueblo.
La llegada de Zapatero, con media hora de retraso sobre lo previsto y por la puerta lateral del Palacio -a la entrada le esperaba una concentración de policías locales que reclamaban igualdad- desató las pasiones de quienes llevaban más de una hora esperándole -de pie,en muchos casos- e incluso hubo quien se saltó el cordón de escolta y se atrevió a abrazar a un Zapatero que no perdía la sonrisa y a un Rubalcaba sorprendido por la acogida. El líder socialista se detuvo a saludar a la diputada Mamen Sánchez, momento que aprovechó el alcalde de Villaluenga, Alfonso Moscoso para alargarle la mano. No faltó prácticamente ningún delegado ni alcalde de la provincia y también hubo representación de las instituciones, como el rector de la Universidad de Cádiz, Diego Sales: ex concejales del Ayuntamiento de Cádiz como Juan Beriguistain o Adela del Moral; ex líderes vecinales como el que durante años presidió la asociación de Santa María, Juan Landi o ex gobernadores civiles como Gregorio López y sindicalistas como el secretario general de la UGT, Pedro Custodio. González Cabaña, con la voz tomada y emocionado, mostró su satisfacción ante Rubalcaba, al que dijo que «si bien te quiere la gente de Cantabria más te quiere la de Cádiz» y lanzó algunos tiritos a su contrincante en Cádiz, también chicuca, de Cantabria, de Santander, como el ex ministro. El aplauso más emocionante llegó con el recuerdo de Alfonso Perales -su viuda, Ofelia, estaba entre el público y fue saludada expresamente por Rubalcaba- y del que Chaves dijo que «no hubiera pensado en otro compañero mejor para sustituirlo que en Fredy, como llamaba a su amigo Alfredo». Fuera, en el hall, donde se improvisó una pantalla y sillas para sentar a quienes no cabían en el auditorio, hubo un momento de tensión cuando un hombre criticó la política socialista de Costas y cómo le habían comido terreno a su vivienda, a lo que otro le increpó enseñándole los papeles de la Universidad a la que ahora puede acudir pese a tener setenta años gracias al PSOE. El ambiente se caldeó y el hombre crítico fue incriminado por más de uno, hasta el punto que casi lo zarandean, por lo que hubo que desalojarlo. Antes, ya se había «invitado» a salir a otra persona, pero esta vez era un colgao que molestaba. El mitin se alargó hasta las diez y Zapatero intervino casi una hora -empezó a las nueve, coincidiendo con los informativos-, lo que hizo que se alargara demasiado y la gente mayor que estaba de pie llegara incluso a salirse de la sala antes de tiempo. El poco sitio hizo incluso que delegados como Brenes lo siguieran sentado en los escalones de una escalera y que militantes de Cádiz se quejasen que no a todos le habían enviado una invitación para el acto y sí que habían traído para llenar autobuses de la provincia, en definitiva para convencer a los que ya están convencidos, que es para lo que sirven los mítines, sean del color que sea, y no para captar votos que -se supone- es lo que interesa.