Navidad callada
Es la otra Navidad, la que pasa como frío viento del norte por el diciembre de nuestro sur. Es la Navidad que muchos viven con ilusión muerta, sin querer escuchar sus cantares y villancicos, pues ya no las cantan aquellas voces que se fueron. Voces de familiares y amigos idos que escuchamos en el pensamiento y vemos ya sólo en el recuerdo. De la Navidad cálida y ritual de la tierna niñez ya no me queda ni el más mínimo rescoldo; sólo, eso sí, siento una cosquilleante emoción melancólica con ráfagas blancas y rojas al compartir juegos con mi sobrino, lo cual me dice que sólo si eres niño o tienes el don de conservar la emoción de un niño, puedes disfrutar con armonía del encanto de la Navidad.
Actualizado:La Navidad vuelve a vestirse de teatro, con sus calles adornadas, sus luces de colores, sus cánticos que apuñalan nuestros tímpanos sin piedad y ese olor a castaña tostada que nos envuelve. Muchos se transfiguran de pastores que mandan a su manada, otros de ovejas trasquiladas, quienes sumisos, les ríen las falsas gracias a su pastor. Unos pocos se visten con largos abrigos y barbas blancas y doradas mientras se pasean por la película del buen samaritano. No deja de sorprenderme esa ironía amable y sonriente que la Navidad hace renacer entre las personas año tras año.
Mantengo, eso sí, la esperanza de recobrar esa ilusión inocente si llego a viejo, pues entonces se vuelve a ser niño. Ser niño o viejo en estas fechas es un aliciente agradable en la vida .
Algunos, pues, viviremos la Navidad con voz callada, y con cierto brillo en los ojos al recordar a quienes ya no están.