Todo nació del barro

Beatriz se define como una chica anárquica. No existen muchas normas y se agobia con la monotonía. Por eso, hoy la pueden encontrar en el rastro de la Alameda y mañana en el baratillo de San Fernando, pongamos por caso. «No me gusta seguir un patrón definido», y con esta aseveración zanja el problema de la vida ordenada.

Siempre se sintió atraída por el arte como vehículo de expresión. Y de las distintas disciplinas, la cerámica porque «creo que es lo más primitivo». «Me gustan los elementos primarios. La cerámica es lo más básico, y además es un arte fundamentado en la misma naturaleza: agua, barro y fuego. Sin duda es lo más auténtico para mí», afirma.

Como aquello del mundo hippie y el no responder a un patrón de conducta no entraba dentro de los esquemas familiares, Beatriz tuvo que estudiar una carrera. «No sé... creo que elegí Filología Hispánica como podía haber hecho otra cosa», comenta. Una vez licenciada trabajó en un video club, de lotera, cuidando niños y de profesora. Hasta que llegó la hora de hacer un curso de cerámica en Cádiz. «Aquello fue el detonante», subraya. Entró en la escuela de Artes y Oficios de Cádiz y sacó el Ciclo Superior de Cerámica Artística.

Sus obras son decorativas y muy sencillas. «Me encanta el colorido, y me atrae, como comentaba antes, lo más elemental y primitivo. Es decir, la cultura Maya, Azteca Cosas así», dice sonriente.

Técnicas

A partir de ahí domina las técnicas fundamentales como, por ejemplo, la cuerda seca, el sobre baño, bajo cubierta o el raku. Pequeñas bandejas de engobe, pintadas con barro sobre barro, juegos de espejos con motivos africanos, o un plato con colores pastel con dibujos de florecillas.

Obras muy interesantes, sin duda. Lo más complicado será dar con ella si están interesados. Pues ya se sabe que va y viene como el Guadiana. No atiende a horarios ni a dos citas continuas en el mismo lugar.